Oficialmente, en 1945 tuvo lugar sobre el desierto de Nuevo México el primer ensayo atómico de la historia, llamado prueba Trinity.

Sin embargo, parece que el ensayo norteamericano no fue ni el único ni el primero, sino que los nazis y su programa nuclear se adelantaron.

Operación Manhattan

En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, tras el ataque japonés a la base naval de Estados Unidos en Pearl Harbor (diciembre 1941), los americanos decidieron acelerar su programa nuclear al que llamaron “Proyecto Manhattan”, absorbiendo el programa atómico "Tube Alloys" británico y el canadiense.

Lo hicieron con sigilo bajo el control del general Leslie Groves, la dirección científica de J. Robert Oppenheimer y el trabajo de cientos de talentos científicos.

Muchos de estos científicos (la mayoría luego Premios Nobel) habían huido de la persecución nazi en Europa. Eran sobre todo judíos que habían sido acogidos por los norteamericanos desde el principio de la guerra y que fueron conscientes de lo que podría significar una bomba atómica en manos nazis.

De hecho, en agosto de 1939, en una carta enviada al Presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt escrita por el físico húngaro Leó Szilárd (que produjo la primera reacción nuclear no controlada en 1942 en Estados Unidos) y firmada por Albert Einstein, le advertían de los peligros de un posible programa de bombas atómicas que Alemania podría desarrollar si encontraba la fórmula.

El resultado fue que a las 5.30 de la mañana del 16 de julio de 1945 en el desierto de Nuevo México, donde estaba ubicado el norteamericano Laboratorio Nacional Los Álamos, tuvo lugar lo que se ha conocido como la primera explosión nuclear no controlada, la prueba Trinity.

Esta prueba, llevada a cabo con éxito y puesta en conocimiento de Churchill y Stalin por Harry Truman en la Conferencia de Postdam un día después, certificó que era perfectamente posible, mediante una reacción nuclear en cadena, que liberaba grandes cantidades de energía, la construcción de armas atómicas.

El ensayo real Trinity sirvió para que, menos de un mes después, aviones norteamericanos lanzaran sobre dos localidades japonesas (Hiroshima y Nagasaki) las dos primeras bombas atómicas de la historia sobre población civil, donde se estima que murieron entre 150.000 y 250.000 personas.

La primera de esas bombas fue de uranio, la segunda de plutonio, como la de Trinity, y significaron la victoria aliada y el fin de la contienda cuando tres días después Japón se rindió.

Proyecto Uranio

Aunque Trinity significó el comienzo de la era atómica, no es menos cierto que hubo un periodo muy fructífero lleno de avances científicos que le precedió e hizo posible este paso.

Y Alemania estaba en la cúspide de este proceso desde comienzos del siglo XX hasta finales de los años treinta. Fue la meca de la ciencia (física y química) y la tecnología, y no por casualidad, sino por sus numerosos éxitos en estos campos.

A sus universidades acudía lo más granado de Europa en estas disciplinas para formarse o ponerse al día. Muchos de ellos acabarían desarrollando precisamente la bomba atómica.

Entre otros, Wilhelm Röntgen (alemán) descubrió los rayos X; Max Planck (alemán) desarrolló el modelo cuántico; Albert Einstein (alemán) revolucionó con la teoría de la relatividad; Werner Heisenberg (alemán y futuro jefe del programa atómico nazi), formuló el principio de incertidumbre.

Pero al llegar Hitler al poder en 1933, todos los investigadores y profesores judíos fueron expulsados de sus cargos ("Si la ciencia no puede prescindir de los judíos, prescindiremos de la ciencia durante unos años”), lo que supuso la pérdida de casi la mitad de los expertos en física (nuclear), química, biología, matemáticas y mecánica cuántica.

Con estos expertos fuera de Alemania, y diseminados por Europa (principalmente Dinamarca y Gran Bretaña) y Estados Unidos, el país germano estancó su ciencia.

Estos científicos se pondrían poco tiempo después al servicio de la máquina de guerra incluso antes de que empezase la contienda y posicionándose en contra de Alemania.

Las posibilidades de liberar energía del átomo estaban en plena ebullición. Fueron corroboradas por el neozelandés Ernest Rutherford en 1917 con la escisión del átomo; por el inglés James Chadwick en 1932 con el descubrimiento del neutrón; en 1934 en los laboratorios del francés Frédéric Joliot-Curie y del italiano Enrico Fermi; o en 1938 por la austríaca Lise Meitner que junto con su colaborador Otto Hahn y su ayudante Fritz Strasmann, lograron la fisión nuclear del uranio y lo explicaron por primera vez.

Alemania, ya iniciada la Segunda Guerra Mundial, empezó a darse cuenta del poder de la ciencia con fines bélicos (sobre todo la física y no tanto la química) y el potencial humano perdido para su desarrollo.

Aún así, los nazis decidieron crear un programa nuclear bajo el mando directo del Ejército y con Werner Heisenberg al frente: el “Proyecto Uranio”. Su fuerte era que en Checoslovaquia y España se surtían de todo el uranio que podían necesitar, pues estos países poseía las mayores reservas de Europa. Su desventaja, que carecían de la información privilegiada para desarrollar esa potente arma en la que los aliados parecían estar trabajando gracias a los brillantes cerebros que el régimen nazi había repudiado.

De hecho, Werner Heisenberg durante una visita que hizo en 1941 a su colega, y hasta entonces amigo el danés Niels Bohr, este le dio a entender que Alemania ya estaba fabricando la gran arma de destrucción masiva (ellos la llamaban “bomba disgregadora”).

Pero Alemania tenía prisa por el curso de los acontecimientos en la guerra, así que ante la tardanza o la inoperancia de Heisenberg (todavía la historia no sabe si catalogarlo como el héroe que deliberadamente no quiso fabricar la bomba atómica o un villano nazi que no supo hacerlo), el ministro de Armamento y Producción Bélica, Albert Speer, canceló el “Proyecto Uranio” en 1942 para ahorrar recursos y dedicarlos a la fabricación de cohetes.

Pruebas nucleares

Cuando las fuerzas aliadas iban avanzando sobre Europa replegando a los nazis a finales de 1944, estuvieron seguros que el programa nuclear alemán había fracasado hacía tiempo. Pero tal vez no fue así.

En 2011, en la ciudad alemana de Hanover, se descubrieron residuos nucleares en una vieja mina de sal que se sospechaba que era una instalación secreta del Tercer Reich. Allí se encontraron 126.000 barriles con material nuclear en estado de descomposición.

En el verano de 2013 el profesor, investigador y experto en aceleración de partículas de la Universidad de Maryland (EE.UU), Thimothy Koeth, recibió un curioso paquete: un cubo metálico gris oscuro de cinco centímetros de lado y 2,4 kg. de peso.

El paquete llevaba una nota: "Traído de Alemania, del reactor nuclear que Hitler trató de construir. Regalo de Ninninger" (posiblemente Robert Nininger, un experto captado para el Proyecto Manhattan).

Tras un detallado análisis y años de investigación, a Koeth no le quedó ninguna duda de que aquello no sólo estaba claro que era uranio y que procedía de Alemania sino que era la prueba irrefutable de lo cerca que habían estado los nazis de construir un reactor nuclear y por tanto de desarrollar la bomba atómica.

Parece que en el invierno de 1944, cuando las tropas aliadas amenazaban con entrar en territorio alemán, uno de esos grupos de investigación nuclear, encabezado por Werner Heisenberg, intentó construir en Berlín un reactor nuclear, el B-VIII, del que pendían 664 cubos de uranio de unos cinco centímetros cada uno. Pero finalmente se trasladaron a Haigerloch, un pueblecito a 70 kilómetros de Stuttgart, para continuar el proyecto.

Al cabo de un tiempo Heisenberg elaboró un informe para la Heereswaffenamt en el que sostenía que la bomba atómica era posible, con uranio o con plutonio, pero que con los medios que poseía Alemania en esos momentos no era factible. O Heisenberg se asustó ante la magnitud de ese arma de destrucción masiva y no quiso finalizarlo o no supo concluirlo.

Las SS, aparentemente, hizo caso a Heisenberg y lo dejaron en el laboratorio dedicado a la investigación civil. Pero en realidad siguieron realizando experimentos paralelos con otros grupos de físicos, uno de ellos era el comandado por Kurt Diebner, que hasta el final de la guerra estuvo realizando ensayos con el uranio en Gotaw.

Tres meses antes de que la explosión de Trinity, una misión secreta norteamericana, llamada Alsos, llegaba hasta la población de Haigerloch en busca de pruebas de los experimentos nucleares nazis.

Descubrieron el laboratorio de Heisenberg, pero este ya lo había desmantelado en gran medida. Eso sí, muy cerca se encontraban enterrados los cubos de uranio del “fallido” reactor nuclear.

Las tropas norteamericanas capturaron a Heisenberg, se llevaron los archivos que encontraron, destruyeron lo que había quedado y de los 664 cubos de Heisenberg recuperaron 659 enterrados en un campo cercano.

En esta investigación Koeth también se reveló que revisando documentos de los Archivos Nacionales se encontraron referencias a otros 400 cubos que existían como parte de otro experimento de reactor en el noreste de Alemania, tal vez el material que usó Diebner en los experimentos militares de Gotaw y que posiblemente acabaron en la Unión Soviética.

El por qué no prosperó es una incógnita. Koeth llegó a la conclusión de que se debió a que los diferentes equipos de investigación que habían estado trabajando en el asunto nuclear no estaban coordinados y eso obstaculizó el éxito final.

La bomba disgregadora

En 2005, el historiador e investigador alemán Rainer Karlsch escribió un libro titulado “La bomba de Hitler” donde sugería que los nazis estuvieron mucho más cerca de lo que se creía de crear una bomba nuclear de uso militar.

No sólo indica que realizaron experimentos nucleares, sino que detonaron con éxito al menos dos de estas bombas experimentales, algo menos potentes que las americanas, una en octubre de 1944. en un lugar despoblado, y la otra el 3 de marzo de 1945, a las 21:20 horas matando a cientos de prisioneros de campos de concentración del área de pruebas militares de Ohrdruf (Turingia) donde Kurt Dibner llevó a cabo experimentos nucleares.

El periodista y escritor italiano Luigi Romersa (1917-2007) que trabajó como corresponsal de guerra durante la Segunda Guerra Mundial aseguraba en artículos escritos desde 1947 en revistas militares europeas (como en la Revista de Defensa Española en 1984) haber sido testigo de una prueba nuclear alemana el 12 de octubre de 1944 a las 11:45 AM en la isla de Rügen, en el mar Báltico y próxima a la base de Peenemunde.

Al parecer Mussolini, del que era partidario y colaborador, le encargó ese año de 1944 viajar a Alemania con objeto de informarle de los avances realizados en el Tercer Reich en el campo de las armas secretas, por invitación de Hitler.

El periodista decía haber sido llevado a visitar las instalaciones subterráneas de Turingia, las rampas de lanzamiento de las todavía desconocidas V-2, y una prueba de la bomba atómica alemana.

Habla de que la magnitud de la explosión fue captada fotográficamente desde varios lugares de la costa báltica, y la onda sísmica detectada hasta en Estocolmo.

Nunca habían aparecido pruebas de esto. Pero en 2014, gracias a la investigación del documentalista Andreas Sulzer, comenzaron a realizarse excavaciones en una localidad cercana a Mauthausen llamada St Georgen an der Gusen, hoy territorio austriaco, debido a que en la zona comenzaron a detectarse niveles muy altos de radiactividad aparentemente inexplicables en un lugar de difícil acceso.

Al retirar varias capas de tierra y planchas de granito, quedó al descubierto una gigantesca instalación subterránea formada por varios túneles y con evidencia de haber sido utilizada por los nazis por los numerosos objetos hallados (cascos de la SS, reliquias de la época, etc).

La instalación aprovechaba la cavidad de una montaña y se calcula que tiene una extensión total de más de 75 hectáreas, el equivalente a 150 campos de fútbol.

Según se publicó en varios diarios, la construcción databa de la época de la Segunda Guerra Mundial y habría sido usada por los científicos de Hitler para el desarrollo de armas nucleares, incluida la bomba atómica. Para Sulzer, «muy probablemente la planta de producción de armas más grande del Tercer Reich».

Las placas de granito puestas en la entrada explicaría por qué americanos y soviéticos no descubrieron nunca el emplazamiento que a su vez podría estar conectado con el campo de concentración de Mauthausen-Gusen, cuyos más de 320.000 habría construido el complejo (entre ellos 7.500 españoles) y la fábrica subterránea B8 Bergkristall, lugar de fabricación del Messerschmitt Me 262, el primer caza a reacción, ambos lugares sí descubiertos.

Estas investigaciones vendrían a rebatir las conclusiones de las denominadas "conversaciones de Farm Hall" (Operación Épsilon) llevadas a cabo una mansión en Godmanchester (Inglaterra) donde fueron llevados el 3 de julio de 1945, y recluidos durante seis meses, por el Foreign Office diez científicos alemanes (Werner Heisenberg, Erich Bagge, Walter Gerlach, Otto Hahn, Paul Harteck, Horst Korsching, Max von Laue, Carl Friedrich von Weizsäcker y Karl Witz.) que habían trabajado al servicio del Tercer Reich y sospechosos de haber estado involucrados en el programa nuclear alemán para la fabricación de una bomba atómica nazi.

Según esas actas, desclasificadas cincuenta años después, esos científicos nunca fueron capaces de fabricar un reactor nuclear y tampoco sabían cómo calcular la masa crítica de una bomba atómica.

Otro dato. Han aparecido nuevos documentos, dados a conocer por historiadores alemanes, que sostienen que el general de las SS Hans Kammler, que supervisó los planes para las cámaras de gas y crematorios de Auschwitz y fue responsable de proyectos balísticos y armas secretas de Hitler, dirigía y vivía al final de la guerra cerca de la instalación de Gusen y que ayudó a los americanos a fabricar la bomba atómica.

Según esta hipótesis, Kammler prefirió entregarse a los americanos antes que a los soviéticos, responsables del área de Sankt Georgen hasta 1955, pero negociando con ellos el no ser delatado a cambio del secreto de la bomba atómica y una maleta con 60 kilos de uranio con los que se habría construido la bomba de Hiroshima.

Una respuesta convincente a la misteriosa desaparición de Hans Kammler que, responsable de graves crímenes, apenas lo mencionaron en los juicios de Nuremberg. Su cuerpo nunca se encontró.

Probablemente, dicen estos historiadores, pasó a Estados Unidos al final de la guerra junto a más de 700 científicos alemanes y sus familias (Operación Paperclip) para colaborar en el Proyecto Manhattan.


Imagen de Museums Victoria

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