Seguro que te has preguntado más de una vez porqué, después de tantos años de dar inglés en el colegio o el instituto (o los dos), no hay manera de hablar bien inglés. Tal vez los mayores de 25 años se lo preguntan más, pero en general, casi todos los adultos lo hacen.

Soy profesora particular de inglés y, tras muchos años y muchos alumnos, creo que he encontrado la respuesta.

La gran mayoría de mis estudiantes adultos suelen manifestar desde un principio que le tienen 'manía' al idioma. Cuando escarbas un poco en su relación con el inglés, te das cuenta de que esta animadversión viene dada por un falso concepto de aprender un idioma. La frustración de los alumnos es razonable, pues desde más o menos los 7 años de edad, si no antes, les llenan la cabeza de conceptos casi aislados unos de otros. Gramática y más gramática es lo que aprenden, y año tras año la misma. Listas interminables de verbos irregulares, fórmulas para montar una frase en presente simple, reglas para usar el presente continuo, preposiciones, auxiliares, ¡un horror!

Si te gustan los idiomas, esta manera de enseñártelos probablemente te hace perder la motivación, pero si no te gustan, termina de matar tus ganas y te hace empezar a odiarlo.

Cuando a mis alumnos les hago el símil con aprender a nadar, comprenden al instante lo que quiero decir con todo esto.

Imagina que vas por primera vez a una clase de natación, emocionado o aterrado, a la edad que sea. E imagina ahora que en vez de llevarte a una piscina, te llevan a una sala de un gimnasio, frente a un espejo, y te explican cómo colocar los brazos, el ángulo de cada codo en cada momento, las veces que tienes que mover los pies y a qué ritmo. Si tienes peor suerte, imagina que te lo explican en una pizarra y sin que puedas moverte para, al menos, practicar frente al espejo.

Eso es lo que ha pasado durante generaciones con el aprendizaje del idioma inglés (y supongo que otros idiomas, pues en generaciones anteriores se enseñaba primordialmente el francés). Con tantas reglas gramaticales y tantas lecciones 'de codos', el sistema educativo en nuestro país se había olvidado que, sobre todo, hay que hablar, hay que escuchar y hay que equivocarse.

¿Hay que equivocarse? Por supuesto que sí. Los españoles, por norma general, hemos sido muy vergonzosos. Esta característica está cambiando, a juzgar por la actitud que he podido apreciar en mis alumnos más jóvenes, pero aún no hemos acabado con ella. Tenemos un miedo atroz a meter la pata, a cometer errores, a que no se nos entienda, a ser juzgados por nuestra pronunciación.

Obviamente, esto no ayuda a que nuestro nivel de inglés avance. Estoy segura que es la pescadilla que se muerde la cola. No me enseñan a hablar, me equivoco mucho si lo hago, nadie me suele corregir, no me acostumbro a que me corrijan (y a que no pasa nada porque así sea), me siento juzgado si me corrigen. Resultado: no hablo, no me lanzo, me quedo atrás.

El problema de este círculo vicioso es que NECESITO el inglés para todo. Si quiero viajar, me frena (me imagino a mí mismo pidiendo salmón en un restaurante cuando odio el salmón, pero es lo único que sé decir). Si quiero un puesto de trabajo mejor, me condiciona (ya sólo la entrevista de trabajo me aterra). Si me presento a unas oposiciones, los jovencitos que han estudiado en Irlanda o en Estados Unidos, me toman la delantera.

Si no tuviera más remedio que hablar inglés porque de ello dependiera mi supervivencia, lo hablaría como Tarzán (Me want hamburger, you give) pero lo hablaría. ¿Y por qué no hago como si fuese así y me lanzo a conversar de una vez? No digo que una entrevista de trabajo sea el lugar más conveniente para poner esto en práctica, pero puedo buscar otra ocasión con menos presión. Y cuando encuentre la situación apropiada, estaría muy bien pensar lo siguiente: ¿qué es lo peor que me puede pasar si digo crystal cuando quería decir glass? ¿o si uso el presente perfecto en lugar del pasado simple? Si mi frase no ha quedado clara, me preguntarán y lo explicaré mejor, o tal vez me embrollaré más. Lo más probable es que mi interlocutor entienda que no es mi lengua materna y considere que el mensaje está lo suficientemente claro, aunque no se hayan usado las palabras más adecuadas. Si no es así, si no se me ha entendido bien, tendré la oportunidad de replantear la frase y abordarla desde un ángulo más cómodo para mí.

De ahí que mencionara lo de encontrar la situación apropiada para perder el miedo 'escénico': una charla informal con alguien en uno de esos intercambios en bares o cafeterías, un encuentro con ese vecino escocés del que huía hasta ahora, un saludo prolongado con un antiguo profesor que me encuentro por la calle. Hay mil maneras y no tienen porqué ponernos demasiado nerviosos.

Y ahora insisto, ¿qué es lo peor que me puede pasar si meto la pata? Primero, no será 'meter la pata', que el lenguaje que uno usa consigo mismo no debería ser tan duro. En todo caso podremos llamarle 'cometer un error', un concepto que no nos deja en tan mal lugar dentro de nuestra propia cabeza. ¿Puede ocurrir que mi interlocutor piense que soy tonto por no saber todas las palabras correctas o las formas gramaticales? Mi interlocutor no se reirá de mí cuando cometa errores. Y si lo hace, peor para él, ¿no?

¿Cómo reaccionaría yo si alguien me dijera 'no me gusto el aceitunos'? ¿Me reiría? ¿Dudaría de su inteligencia? No lo creo. Es más, seguro que mi mente construiría bien la frase automáticamente y pasaría a otra cosa. Con toda probabilidad, además, mi corazón vería el esfuerzo de mi interlocutor y diría 'qué valiente, le da igual equivocarse, cómo me gustaría hablar así cualquier otro idioma que no fuera el mío'.

Nuestra cabeza es nuestro peor enemigo en estas circunstancias (las de abordar un idioma). Si consiguiéramos relajarnos cuando nos hablan en inglés, entenderíamos mucho más de lo que nos creemos. Si pudiéramos liberar la mente y dejar todo ese inglés que hemos 'aprendido' saliera en todo su esplendor, nos demostraríamos que no nos damos suficiente crédito.

Seguro que has experimentado cómo la cabeza no para de 'hablarte' mientras intentas escuchar o hablar. Te llamas de todo, te predispones a no comprender, a no hablar bien, te dices cosas horribles a ti mismo y eso mismo entorpece tu fluidez. En lo que te entretienes en tus juicios se te han pasado 2 frases y has perdido el hilo, autocumpliendo así la profecía.

No te imaginas las veces que he escuchado eso en clase. 'Me estaba hablando el examinador y yo solo me oía a mí mismo diciendo 'no lo estás entendiendo, vas a suspender, no vales para esto'. Y siempre les digo lo mismo. Prueba a acallar esos juicios fatales, céntrate en las palabras que te dice la otra persona, examinador o no, y lánzate al agua con toda esa teoría a tus espaldas. Ponte a nadar aunque sea como un patito al principio y verás como crece la autoestima. Con ella de tu parte, todo viene detrás.

K
hace 3 años

Jope! Parece que se hubiese metido en mi cabeza cada vez que voy a clase.

Excelente nota. Es el sacudón que necesitaba para darme cuenta de muchos errores que cometo desde siempre. Muchas gracias!

B
hace 3 años

Q interesante el artículo! Nunca lo había visto desde esa perspectiva, pero el simil con aprender a nadar es muy acertado.

Recuerdo que cada vez q comenzaba el curso volvíamos a empezar por el verbo to be y el verbo to have. Creo que algunos profesores no tenían el nivel de inglés adecuado para mantener conversaciones con los alumnos. Otros, simplemente, no querían hacer el esfuerzo. Y este problema también proviene de la forma de calificar el nivel de inglés. Para los exámenes de Cambridge, repites una y otra vez los ejercicios de gramática, aprendes a redactar una carta formal y listo, obtienes tu certificado pero no eres capaz de mantener una conversación.

Gracias por el artículo!

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