Creo que la psicología está llamada a ser la ciencia del futuro más próximo. Creo, además, que si no tuviera sobre ella el peso del estigma sufrido durante siglos, sería la ciencia del presente.

Recomendaría a todo el mundo -y me dirijo ahora especialmente a las personas que consideran que no lo necesitan, o que no lo han contemplado como una opción- asistir al psicólogo, porque la única constante en la vida es el cambio.

A veces, los cambios son menores, pero en ocasiones suponen un golpe, una pérdida, inestabilidad o un largo etcétera de resultados que catalogamos como malos.

Cuando sufrimos un cambio que se nos hace difícil, tenemos una serie de herramientas que podemos poner en uso para adaptarnos a él y vivir de la mejor manera posible. Es por esto que recomiendo la terapia; para entender qué herramientas tenemos y cómo utilizarlas de la mejor manera.

Para que nuestra vida no se convierta en una montaña rusa donde nos dejemos llevar por las emociones y seamos capaces de discernir qué nos será beneficioso y qué no.

Pero en los tiempos que corren, esta es una tarea doblemente complicada. No hay solo que tomar distancia de la montaña rusa que es la vida, sino que existe una aún mayor, con enormes desniveles que prometen cantidades ingentes de experiencias: la vida virtual, la vida en la era digital.

En este artículo, voy a tratar de dar algunos consejos prácticos para empezar la desintoxicación de tecnología a la que muchos de nosotros nos sometemos voluntariamente día tras día.

Además, en mi próximo artículo -una continuación de este- daré una rutina a seguir para continuar avanzando y llevar sus beneficios aún más lejos.

Las redes sociales suponen un escollo en este camino. Si te descubres utilizando el móvil más tiempo del que te gustaría, desbloqueándolo casi impulsivamente o entrando en aplicaciones, una tras otra, sin tener un fin, estos ejercicios pueden ser para ti.

Incluso si consideras que tus hábitos tecnológicos son adecuados y no sientes ninguna necesidad de poder “desconectar” más fácilmente, probar esta rutina te puede ser útil para sentir los beneficios que desencadena.

El primer paso que vamos a dar en busca de nuestra paz mental se refiere a las notificaciones.

Hay multitud de aplicaciones que nos notifican a diario de forma visual y sonora que “tenemos algo pendiente”: un mensaje que aún no hemos leído, un me gusta que aún no hemos visto, una foto donde nos han etiquetado, un vídeo de cocina nuevo de nuestro canal favorito, el tiempo que hará mañana, la oferta en la hamburguesería de la esquina, el descuento en gomas de borrar rectangulares de color arco-iris que termina en los próximos cinco minutos etc.

Hay un sinfín de motivos por los que el móvil exige nuestra atención, y la mayoría de ellos no son ni importantes, ni urgentes, ni imprescindibles.

La gran mayoría de las notificaciones que nos llegan son una chorrada, pero les damos una atención y una prioridad elevada.

De hecho, aunque hiciéramos caso omiso a esas notificaciones, el saber que están llegando hace que nuestra mente conecte con ese mundo virtual y se distraiga en el real, haciéndonos imposible mantener la concentración durante largos (o medianos, o cortos) periodos de tiempo.

De hecho hay estudios que demuestran que dados dos estudiantes, uno con su teléfono encima del escritorio y otro sin él, rinde menos el que tiene al alcance su móvil, aún cuando está en modo avión.

Para paliar el efecto negativo que las notificaciones tienen en nuestro día a día, nos dirigimos a los ajustes de nuestro teléfono, allí buscamos las notificaciones y desactivamos aquellas que consideremos poco importantes o urgentes.

Podríamos por ejemplo desactivar las notificaciones del tiempo, de los vídeos subidos, de las novedades de Netflix, Prime, Filmin… desactivar los likes, comentarios, y recomendaciones de las redes sociales pero permitir las notificicaciones de mensajes.

Otra opción sería desactivar todas las notificaciones del teléfono excepto correos electrónicos para el trabajo y llamadas.

Como podéis imaginar, no hay ninguna fórmula a seguir. Cada uno tiene sus aplicaciones y debe ser crítico a la hora de mantener solo las funciones que considera imprescindibles, o al menos, eliminar las que le resultan prescindibles.

El hecho es que un teléfono que vibra, suena o se ilumina de forma continua no es el mejor aliado para una mente tranquila.

Podéis hacer una prueba: comprobad durante una semana el tiempo que utilizáis vuestro móvil y el número de veces que lo desbloqueáis. Por supuesto, no tenéis que medirlo con un cronómetro, hay múltiples aplicaciones que lo hacen.

Tras esa semana, eliminad las notificaciones que tenéis activadas y os resultan prescindibles. Al acabar esta segunda semana, veréis la diferencia en números; quizá incluso os sorprenda o alarme, pero no vamos a acabar aquí.

Para la tercera semana vamos a hacer otro ejercicio: re-aprender a utilizar las redes sociales.

Anotaremos en un papel todas las redes sociales que tengamos, y escribiremos debajo una lista con todo aquello por lo que nos interese tenerlas.

Por ejemplo: Puede que tus intereses en Facebook sean ver las fotos de tus familiares, subir fotos para promocionar tu trabajo y ver publicaciones sobre cine koreano.

A continuación suprimiremos toda aquella actividad que no se corresponda con nuestros intereses. Dejaremos de seguir las páginas de sorteos, las de fútbol, las de cocina en cinco minutos, las de noticias etc.

También puede darse el caso en que lo que nos molesta de la aplicación no sea el uso que le estamos dando, sino la cantidad de personas que seguimos, y la cantidad de contenido que esto nos hace revisar. Para solucionar esto bastaría con hacer una criba de las personas que realmente nos interesan.

En definitiva vamos a usar la red social como una herramienta en nuestro beneficio, más que como un divertimento en el que perdernos.

Es sencillo estar aburrido y empezar a vagar de una publicación a otra, pero en la mayoría de casos solo estaremos perdiendo el tiempo.

Si tras madurarlo, consideramos que alguna aplicación tiene más contras que pros, podemos desinstalarla, desactivar nuestra cuenta temporalmente (si lo permite) o borrar nuestro usuario directamente.

Tras haber saneado nuestras redes y haber reducido las notificaciones comprobaremos que el tiempo invertido en el móvil es mucho menor, y aún podemos ir más allá, pero antes me gustaría hacer un pequeño inciso.

Cuando hablo de este tema con amigos me suelen preguntar qué hacer con Whatsapp, ¿deberían considerarlo una red social y aplicarle las mismas restricciones?

Para mí la respuesta es sí.

A diario uno puede recibir decenas, cientos o incluso miles (espero que no sea tu caso) de mensajes.

De toda esa avalancha que puede llegarnos solo hay una cosa que sea cierta: prácticamente ninguno es importante, prácticamente ninguno es urgente y prácticamente ninguno es imprescindible.

Si alguien necesita algo de ti, seguramente te llamará.

Evidentemente, cada caso será particular. Quizá alguien silencie a todas las personas menos a su madre y su pareja, mientras otro silencie solo ese grupo familiar que tata brasa da.

Como ya he dicho, no hay ninguna fórmula, que cada uno actúe acorde a sus necesidades pero eso sí, siendo crítico.

Para la siguiente semana el ejercicio que recomiendo es, después de haberle dado un lavado de cara a las redes sociales, hacer lo propio con el dispositivo en sí.

Vamos a intentar tener el escritorio del teléfono lo más limpio posible. Quizá si lo desbloqueamos ahora tengamos un calendario, un reloj, un buscador, un widget para reproducir música, un termómetro, una predicción del tiempo y cuatro o cinco accesos directos a aplicaciones, todo eso sobre un fondo de pantalla animado de un dragón que escupe fuego.

Mi recomendación aquí es: bórralo todo (o casi todo). Quizá necesites el widget de la agenda por tu trabajo, o quizá necesites saber la temperatura por Dios sabe qué, está bien, pero el resto bórralo.

Nuestro objetivo es que el móvil sea lo menos atractivo posible, lo menos estimulante, y la forma más eficaz de conseguirlo es eliminar los estímulos innecesarios. Podremos seguir accediendo a la música, a las aplicaciones, al pronóstico meteorológico etc.

Pero para conseguirlo tendremos que hacer el esfuerzo de entrar al menú y buscarlo, y uno solo hace un esfuerzo cuando de verdad busca esa cosa en concreto. Si nada más desbloquear tienes mil datos al alcance llamando tu atención, tu mente es fácil que pierda el hilo de lo que estaba haciendo.

Una recomendación personal que incluyo siempre en este punto (y que poca gente sigue) es la de sustituir el fondo de pantalla por un color gris plano. Y no solo eso, sino poner además el teléfono en blanco y negro.

La razón de ser de esta recomendación (tan poco atractiva) es muy sencilla:

hay tres factores principalmente que nos atraen cuando estamos usando el teléfono

  1. Las formas. Esto es, el diseño que pueda tener una aplicación, por ejemplo.
  2. La intuitividad. Cuanto más sencillo es usarlo, más atrae.
  3. Los colores. Estos suponen un estimulo muy potente que trabaja sobre nuestra vista de forma continua.

En definitiva, el teléfono y las aplicaciones que hay en él se diseñan para que los utilicemos el mayor tiempo posible, de modo que si cambiamos el color por el blanco y negro, estaremos frenando gran parte de nuestras ganas por usarlo.

Es algo complicado acostumbrarse a usarlo en blanco y negro, pero los beneficios están ahí, en bandeja para que los experimentes.

Si tu móvil es Android, la manera de activar el blanco y negro es la siguiente:

1. Ve a los ajustes.

2. Entra en <Acerca del teléfono>.

3. Busca el <Número de compilación> y pulsa diez veces sobre él. Habrás activado los ajustes de desarrollador.

4. Entra en los ajustes de desarrollador y desciende hasta encontrar <Simular espacio de color>.

5. Selecciona <Acromatopsia>.

Si no quieres poner tu dispositivo en blanco y negro, quizás sustituir tu fondo de pantalla por un color gris plano sea tu opción.

En relación al color, cabe apuntar que hay algunas aplicaciones que permiten lo que se conoce como modo noche. Que consiste en cambiar un tema claro por uno oscuro; puedes investigar si es posible cambiarlo en las aplicaciones que utilizas.

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