Los seres humanos estamos atravesados por emociones variadas que pueden desencadenarse a causa de situaciones de peligro reales o imaginadas.

Lo que debe preocuparnos son estas últimas porque disparan malestares internos que no tienen sustento en la realidad.

Es lógico vivir un estado de ansiedad ante determinadas situaciones reales, como un viaje, un examen, una mudanza o circunstancias novedosas o de cambio, en las que lo desconocido genera una señal beneficiosa que nos prepara para reacciones adecuadas.

Sin embargo, existe otra dimensión de la ansiedad que obedece a peligros internos fantaseados que no se los puede precisar y generan una sensación difusa que dificulta el día a día.

Lo perturbador de este síntoma psíquico es su correlato físico que puede manifestarse a través de dolores, taquicardias o sudoración, entre otros malestares.

Todo síntoma expresa un conflicto que une la historia pasada del sujeto con la actualidad a través de sus males.

Constituye un lenguaje simbólico, en actitudes o a través del cuerpo, que demuestra estar esperando ayuda.

Es aquí donde aparece la necesidad de reorganizar el mundo interno para poder resolver estas situaciones y elegir creativamente el proyecto de vida, porque los malestares emocionales generalmente lo empobrecen.

Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Granada diferencia la “ansiedad permanente” como rasgo de la personalidad, de los “estados de ansiedad” provocados por una determinada circunstancia.

La ansiedad y la preocupación son parte de la vida de todas las personas y constituyen una emoción básica que se genera frente a una amenaza o un peligro. Es, por lo tanto, una respuesta normal que está relacionada con el instinto de conservación del individuo y que puede, en grados normales, coadyuvar en el cotidiano devenir.

Pero a veces esta inquietud toma una magnitud desmedida y llega a convertirse en una enfermedad que afecta la vida y la forma de actuar de quien la sufre, causándole incluso ciertos malestares físicos.

Tomando en cuenta lo comentado, podríamos distinguir dos tipos de ansiedad.

La ansiedad – rasgo

Está vinculada con determinada característica de la personalidad que inclinada a la inquietud y la preocupación persistente.

La ansiedad – estado

Es la reacción emocional generada como respuesta a una situación estresante puntual y, por lo tanto, más inmediata y menos duradera.

Un reciente trabajo realizado por investigadores del departamento de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento de la universidad española de Granada, diferencia por primera vez ambos tipos de ansiedad, estableciendo que afectan de forma diferente al organismo humano.

Este descubrimiento posibilitará desarrollar nuevas terapias con el fin de mitigar los trastornos de ansiedad, permitiendo que los pacientes tengan una mayor capacidad para controlar su comportamiento y puedan enfrentar mejor las situaciones que se les planteen.

¿Por qué surge ese sentimiento negativo?

Precisamente, cuando hablamos de trastorno de ansiedad las situaciones que despiertan nerviosismo son teñidas de un sentimiento intensamente negativo, acompañado de preocupaciones y miedo. Y en casos más extremos de sensaciones de ahogo.

En relación a esto, la ansiedad es una emoción producida por varios sentimientos negativos, como:

  • el rechazo
  • la impotencia
  • el sentimiento de catástrofe y culpa, entre otros.

Entre los factores de riesgo, los factores de carácter contextual pueden ser:

  • el trabajo bajo presión
  • poca vida familiar
  • y no tener momentos de recreación

Estas situaciones conducen a sentirnos ansiosos. Hay una sobre estimulación del organismo al igual que ocurre con el estrés y ciertas sustancias estimulantes.

No todas las personas tienen los mismos síntomas, ni tampoco la misma intensidad. Cada persona según su predisposición biológica o psicológica se mostrará más o menos vulnerable a desarrollar algunos de estos síntomas o un conjunto de ellos.

No obstante se pueden identificar 4 señales que deberían entenderse como una alerta respecto de la necesidad de consultar a un especialista.

Problemas de sueño

Este tipo de insomnio se debe a que con frecuencia no podemos dejar de pensar en nuestras preocupaciones y éstas limitan el descanso.

Inquietud paralizante

Si se experimenta una sensación de inquietud capaz de paralizarnos y no permite concretar lo que nos proponemos.

Frecuencia recurrente

Cuando la frecuencia de la aparición del estar ansioso se hace cada vez más elevada.

Baja calidad de vida

El hecho que la ansiedad afecte o interfiera en otras áreas de nuestra vida es otra señal que nos indica que es necesario consultar a un especialista.

La clave es estar alerta a la sintomatología y cómo ésta interfiere en la vida de cada uno. De este modo, los profesionales sugieren prestar especial atención a si se vuelven cotidianos hechos como:

  • la preocupación excesiva que no puede manejarse
  • la rumiación de pensamientos
  • la dificultad para tomar decisiones
  • inquietud
  • irritabilidad
  • fallas en la memoria
  • y desconcentración

En muchos casos estos síntomas se acompañan de la presencia de trastornos de pánico que se manifiestan por una elevada actividad del sistema nervioso simpático y que genera palpitaciones, sudor, agitación, sensaciones de desmayo entre otras.

En estos casos, es importante tener en cuenta la intensidad y frecuencia de la aparición de los episodios y consultar a un profesional de salud mental.

Hay que recordar que ser optimistas puede prevenirnos de enfermedades de salud mental.

También muchos expertos han desarrollado test relacionados con la ansiedad a los cuales puedes acceder a través de internet, para el trastorno de ansiedad generalizada o para el trastorno de ansiedad social.


Imagen de María Prieto

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