Después de unificar China y fundar un imperio, Cheng, rey del país de Qin, tomó el nombre de Shi Huangdi. Aunque sus ideas autocráticas precipitaron la caída de su dinastía, desempeñó un papel fundamental en la formación de China.

Muchos hombres dejaron su huella en la historia, pero sólo uno edificó un monumento visible desde la Luna, el emperador Qin Shi Huangdi, el constructor de la Gran Muralla.

Único señor de China en 221 a.C., este insaciable conquistador trató primero de extender su reino hacia el sur. Alistó tropas de bandoleros, enviándolas a las costas meridionales para conquistar Cantón y luego alcanzar la frontera con Indochina. Pero pronto debió reconocer la evidencia, el peligro venía del norte. En las estepas de Mongolia, el pueblo turco de los Xiongnu acababa de crear un temible imperio nómada.

Los reyes de Yan, predecesores de Shi Huangdi en China septentrional, tuvieron la idea de construir un muro en la región de Tcheli para detener las incursiones de los jinetes bárbaros. Después de una visita de inspección a esa zona, el emperador decidió extender dicha muralla a toda la frontera norte.

Todo un pueblo de condenados deportados por el poder central se destinó como mano de obra. Pronto la muralla se extendió a lo largo de 3.000 km, desde Gansu meridional hasta el norte de la península de Liaodong.

Como un demiurgo, Shi Huangdi modeló su nuevo espacio imperial. Gracias a las conquistas en el sur y la estabilidad lograda en el norte, China alcanzó las fronteras de los tiempos clásicos. Qin Shi Huangdi, fue el primer emperador de un país al que le dio su nombre.

El imperio consiguió cimentarse territorialmente apenas fue fundado. Desde el siglo VIII a.C., China estaba dividida en una multitud de estados feudales, los Reinos combatientes, que libraban guerras feroces.

Establecido a orillas del Wei, en el noroeste del país, el reino de Qin se impuso durante el siglo IV a.C. como la gran potencia de China Occidental. Sus ejércitos tomaron entonces por asalto los grandes estados de China Oriental, Qi y Chu. El reino de Qin era temible, porque había subvertido las reglas de la guerra feudal, practicadas por los Reinos combatientes.

De gran movilidad, sus tropas rodeaban y derribaban a los pesados carros de combate de los soberanos rivales. Lideró una guerra sin piedad, lo que le valió el apelativo de “Bestia Sanguinaria”.

A mediados del siglo III a.C., el rey Chaosiang se sintió lo suficientemente poderoso para destronar a los Zhou, que ejercían una soberanía nominal sobre China, pero su muerte marcó un tiempo de espera. Cheng ascendió al trono a los trece años de edad y dio un nuevo impulso a las conquistas. Activo y metódico, supo manejar la situación para enfrentar separadamente a sus adversarios.

En menos de quince años conquistó uno a uno todos los reinos del este: Han, Zhao, Wei, Chu, Yan, y finalmente Qi. La “Bestia” había engullido toda China, que por primera vez obedecía a un único amo.

Para proclamar este poderío sin precedentes necesitaba de un título de igual magnitud. Cheng adoptó el de “Huangdi”, que significa “Augusto Soberano”, en referencia a los primeros soberanos legendarios de China, los Tres Augustos y los Cinco Soberanos. A partir de ese momento fue nombrado Shi Huangdi, el “Primer Augusto Soberano”. Nacía el imperio y la dinastía tomaba el nombre de Qin, del reino que la vio nacer.

Shi Huangdi, como “Hombre Auténtico”, debía alcanzar la inmortalidad y se obsesionó por esta búsqueda. Sus magos se empeñaron en rastrear la droga que le conferiría este don, pues el emperador deseaba comunicarse con los Inmortales, que se creía residían en unas islas.

En 219 a.C. envió millares de jóvenes de ambos sexos en busca de las bienaventuradas islas de los Inmortales. Estos emisarios no lograron su cometido porque un gran pez se los impidió. Era necesario acabar con él, pero nadie tenía el poder para hacerlo. El emperador pensó que era capaz, porque había soñado que combatía con un pez con cabeza humana.

En 210 a.C. se apostó con un arco a orillas del mar en el lugar santo de Tche-fou, consagrado a los sacrificios en honor al Sol. Logró matar un gran pez, pero falleció justo después. Su cuerpo fue llevado en el más profundo secreto de regreso a la capital. Para disimular el olor del cadáver, los carros del cortejo fueron cargados con pescado. El pez tuvo la última palabra.

La Gran Muralla China, es una colosal obra defensiva construida por cientos de miles de hombres, que también sirvió como vía de comunicación. En algunos tramos alcanza una altura de ocho metros.

Tras ser vencido, el rey de Han solicitó quedar bajo la soberanía feudal de Qin. Pero Cheng mandó ejecutarlo y anexó su reino. Con este hecho mostró su voluntad de poner fin al feudalismo y construir una China unitaria.

Cuando estuvo a la cabeza del imperio, Shi Huangdi puso en marcha su proyecto, uniendo la inteligencia con una férrea autoridad. En realidad, introdujo pocas innovaciones y generalizó métodos que solían practicarse por mucho tiempo en el reino de Qin.

Ratificó la supresión de los Reinos combatientes y dividió China en 36 provincias, dirigidas por un administrador civil y un gobernador militar, ambos bajo la vigilancia de un superintendente. La administración ya no estaba en manos de la nobleza, limitada a cargos honoríficos en la corte, sino de un cuerpo de funcionarios, jerarquizado en veinte grados.

Liberados de las servidumbres feudales, los campesinos se convirtieron en propietarios, obligados a pagar el impuesto imperial. Shi Huangdi persiguió permanentemente la unificación de los hombres y el espacio, sin dejar de lado la brutalidad. Poblaciones enteras fueron deportadas hacia las regiones conquistadas para favorecer la mezcla y la asimilación. Se impusieron sistemas únicos para la escritura, pesos y medidas. Sin embargo, su gran obra fue la construcción de canales y carreteras. En 225 a.C. finalizó la construcción de un canal que comunicaba el río amarillo con el Huai a través de China central y, a partir de 220 a.C., una red vial unitaria cubría toda China.

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