Según Cennino Cennini, Giotto “ha cambiado el arte de pintar del griego al latín y se ha adaptado al modernismo” (Libro dell’Arte, 1400). Efectivamente, a su muerte Giotto había modificado profundamente la pintura italiana, de la herencia medieval y bizantina (“griega”) al gótico occidental (“latino”).

Una de las principales innovaciones de Giotto residió en la exploración sistemática de la tridimensionalidad. Logró así despojar los episodios bíblicos de su excesiva teatralidad para conferirles coherencia y legibilidad.

El ciclo de la iglesia superior de Asís marcó una etapa decisiva en la representación del espacio: los planos se superpusieron y la arquitectura se abrió para acoger siluetas robustas y majestuosas.

Empleando la técnica del fresco (pintura sobre enlucido fresco), Giotto logró colores vivos e intensos. Trabajó la encarnación de los rostros, las sombras de los cuerpos, el modelado de los pliegues y la transparencia de las telas, sacándole partido al efecto trampantojo.

Giotto se preocupó por dar una dimensión humana a las escenas religiosas, y para ello acentuó la expresividad de las miradas y simplificó los gestos y las actitudes. Gracias a la destreza de su realismo, se lo reconoció unánimemente como el precursor de la pintura moderna, superando en ello a su maestro, Cimabue.

Dante celebró el talento de su amigo Giotto en términos elogiosos: “Cimabue creyó ocupar un lugar con su pintura y Giotto está ahora presente en boca de todos, tanto que ha opacado la gloria del otro”, Divina Comedia, “el Purgatorio”, XI, 94-96.

El arte de Giotto se difundió inmediatamente por toda Italia. Los Gaddi, Tadeo y su hijo Agnolo (activos entre 1330 y 1396), continuaron las experiencias de Giotto en el ámbito de la perspectiva (capilla Baroncelli), mientras que Andrea di Cione, llamado Orcagna (activo entre 1343 y 1368), se inspiró en la paleta y en el modelado de Giotto (retablo de la capilla Strozzi en Santa María Novella).

Más enigmático fue Giottino, al que Vasari atribuyó la “manera dulce” (maniera dolcissima) de Giotto. Aunque sus obras conocidas son pocas, las que se han conservado permiten apreciar el talento de este artista. Profundamente marcados por las innovaciones de Giotto, todos estos pintores contribuyeron a la aparición del primer “Renacimiento” , en el que se recurría a la perspectiva lineal en forma sistemática.

Una de sus pinturas más emblemáticas es la titulada “La Navidad en Greccio”, pintura de Giotto realizada hacia 1292-1296. La misma está pintada en fresco, mide 270 x 230 CM y está ubicada en la Basílica Superior de San Francisco, Asís.

El culto a San Francisco de Asís se desarrolló a partir de su muerte en 1226. Rápidamente se inició en Asís la construcción de un gran santuario dedicado a su memoria.

La Iglesia inferior fue el crisol en el que llegaron a conjugarse las experiencias pictóricas del momento (de Cimabue a Simone Martini). Se cree que el joven Giotto también participó.

En todo caso, fue a este joven pintor a quien los franciscanos, que buscaban un programa iconográfico coherente, confiaron la parte esencial de la decoración de la basílica superior.

El ciclo, excepcional por su extensión, recorre los muros de la nave. Aquí Giotto representó el coro de una Iglesia en donde San Francisco, rodeado de hermanos y cantores, deposita al Niño Jesús en el pesebre. A fin de unir el coro y la nave, Giotto sacó partido de una dinámica diagonal que conduce la mirada del espectador desde el Niño hasta un gran crucifijo. El nacimiento y la Pasión de Cristo están reunidos en una misma escena, evocando los lazos privilegiados de San Francisco con Cristo, de quien recibió los estigmas en 1224.

Otra pintura emblemática es la titulada “Los Desposorios de la Virgen”, hecha por Giotto hacia 1302-1305. Pintada en fresco, mide 200 x 185 CM y esta ubicada en la Capilla Scrovegni Padua. Este episodio de la vida de la Virgen fue extraído de los evangelios apócrifos. Evoca la designación, entre numerosos pretendientes, de José como esposo de la Virgen gracias a un milagro divino que hizo florecer un lirio en el extremo de su bastón.

Representado delante del ábside de una Iglesia, el feliz esposo coloca el anillo nupcial en el cuarto dedo de la mano derecha de María. Sostiene todavía en su mano el lirio sobre el cual se posa una paloma. La pareja está rodeada por numerosos testigos. Uno de ellos golpea en la espalda a José; otro rompe con la rodilla su bastón seco. Todos estos detalles reflejan una representación “realista” del ritual matrimonial del Trecento italiano. El hecho de que la escena se desarrolle en el interior de una Iglesia hace referencia a la evolución del matrimonio laico hacia el religioso. En efecto, a partir del siglo XIII la Iglesia comenzó a dar forma al sacramento del matrimonio.

Otra de sus obras es la llamada “La Virgen de Ognissanti”, hecha por Giotto hacia 1309-1311. Está pintada con tempera sobre madera, mide 325 x 204 CM y esta ubicada en la Galería de los Oficios, Florencia. Esta obra monumental presenta la imagen de una Virgen apacible y radiante. Sobre un fondo dorado (característico de los iconos), el manto de la Virgen entronizada se destaca con fuerza. El poderoso marco del tabernáculo en el cual parece estar colocada evidencia la preocupación de Giotto por la estructura de la composición y la jerarquía de las formas. La plasticidad de los rostros, lo mullido de los pliegues y la intensidad de las miradas, serena para la Virgen y ferviente para los ángeles y los santos, son característicos del arte de Giotto y anuncian desde ya el tratamiento espacial del Renacimiento.

Por último otra gran obra de este gran pintor de la Edad Media fue la llamada “Crucifijo”, del Taller de Giotto. Hecha sobre madera, mide 227 x 225 CM y está ubicada en la Galería de los Oficios, Florencia. Rivalizando con los crucifijos tallados, la pintura de la Crucifixión se impuso a partir del siglo XIII. La agonía de Cristo se expresa allí con intensidad: el cuerpo macilento, con los músculos tensos y las venas hinchadas, se destaca en relieve sobre un decorado geométrico que imita el cloisonné (tabicado). En los extremos de los brazos de la cruz aparecen los rostros dolorosos de la Virgen y de San Juan.

Añadir Comentario