“Autorretrato”. 1513-15 aprox. Sanguina. 33 x 21,6 cm. (Biblioteca Real de Turín)

El Autorretrato de un Leonardo Da Vinci, ya mayor, pintado mediante la técnica de la “sanguina”, lo que le da su característico color rojizo, es uno de los dibujos más conocidos del genial pintor italiano y uno de los más famosos del mundo.

Según los expertos, este supuesto autorretrato, realizado con tiza y dibujado sobre papel, más que ser fiel como una fotografía, sería una interpretación que Leonardo da a su propio rostro, sobre la base de juegos de luces y sensaciones que consigue mediante la técnica de la “sanguina”, basada en un óxido férrico.

Si se observa atentamente el dibujo, se ve con qué precisión está realizado cada cabello de la cabeza y de la barca y la perfección de cada detalle. Aunque el rostro no esté acabado (le falta la parte superior de la frente y parte de la barba), produce la impresión de verse.

A pesar de que la mayoría de los investigadores consideran que la obra data de 1513-15, aproximadamente, algunos creen que se corresponde más con el estilo de Da Vinci de la década de 1490. Sin embargo, esto no le haría coincidir con la edad del retratado.Pero esa no es la única polémica.

Muchos de los estudiosos de la obra pictórica de Da Vinci dudan de que este dibujo sea efectivamente un autorretrato ya que a este, al parecer, no le gustaban mucho los autorretratos y se inclinaba más porque sus obras de arte representaran un ideal.

Los que apuntan sobre la idea de que este dibujo no es el autorretrato del pintor italiano afirman que este dibujo se volvió famoso, al menos en parte, porque no hay autorretratos de Da Vinci, por lo que la gente se aferra a este sin discusión.

Cuando Leonardo Da Vinci murió, este dibujo fue heredado por Francesco Melzi, su fiel colaborador, al igual que el resto de sus manuscritos y dibujos. Al fallecer, toda la colección se dispersó entre los hijos de Melzi.

Posteriormente este retrato fue cedido y vendido hasta no saberse más de él. Reapareció a principios del siglo XIX en Milán, donde fue copiado y reproducido en una grabación para un libro.

Desaparece nuevamente hasta 1839, cuando un coleccionista que lo había comprado (en Inglaterra o en Francia) se lo vendió a Carlos Alberto de Saboya, junto a otros dibujos de otros grandes artistas.

Este rey era un apasionado coleccionista al que el comerciante de arte Giovanni Volpato le pidió la suma de 70.000 liras piedmontesas por la colección, una cifra astronómica que el monarca logró que redujera hasta 50.000 liras, pero que aun así le costó ocho años terminar de pagar. Desde entonces el Autorretrato ha permanecido en la Biblioteca Real de Turín.

Tantos vaivenes no le hicieron ningún bien al dibujo al no tenerse en cuenta la preservación de manera apropiada, ni tampoco contaban en esa época con los conocimientos y las técnicas necesarias.

Siglos de exposición en condiciones húmedas de almacenamiento o en ambientes cerrados han hecho que muchas partes del papel se hayan vuelto amarillentas o amarronadas, lo que reduce el contraste entre las tonalidades del pigmento base y el color original del papel, disminuyendo sustancialmente la visibilidad del dibujo.

La obra se mantiene guardada desde 1998 en una bóveda subterránea con puertas reforzadas en la Biblioteca Real de Turín, junto a otros invaluables dibujos y manuscritos.

La luz en este lugar es exclusivamente de fibra óptica -a la habitación no le puede entrar nada de luz natural-, y la temperatura se mantiene constante -20º C.- así como la humedad -55%-. Las vitrinas donde se guarda están hechas de un tipo de vidrio "antitodo" y el lugar está repleto de alarmas y cámaras de seguridad.

El daño en la obra es inmenso (desde 2012 se le tiene sometido a una metodología no invasiva para establecer cuál es el ritmo de degradación del dibujo), no hay que olvidar que tiene 500 años y es un dibujo en papel ordinario. No obstante, desde que el dibujo está en la Biblioteca Real de Turín su condición ha dejado de ser preocupante.

Este supuesto autorretrato de Leonardo da Vinci es considerado tan valioso que hay un decreto de Estado de inmovilidad. Es decir, que para moverlo del lugar en el que está hay que tener permiso ministerial. Se ha expuesto en contadísimas ocasiones desde que volvió a Turín.

Poderes mágicos

La leyenda asegura que la mirada de Leonardo da Vinci en este supuesto autorretrato es tan intensa que quienes lo observan son imbuidos con una fuerza extraordinaria. Que el poder expresivo del rostro estremece.

Se dice que fue debido a ese poder mágico, no al valor cultural o monetario del dibujo, por lo que este fue trasladado de Turín a Roma durante la Segunda Guerra Mundial. Fue la única pieza de toda la colección de dibujos y manuscritos que fue sacada de la Biblioteca Real de Turín en esa época.

El traslado se llevó a cabo por los servicios de inteligencia con tanto secretismo que no se sabe a ciencia cierta dónde estuvo realmente escondido para que no cayera en manos de los nazis. Nadie quería que a Adolf Hitler y le diera más poder.

Pero existe otro mito en torno a este dibujo: se asegura que antes de hacer un examen, los estudiantes de Turín repasan sus apuntes en el lugar que está directamente sobre la bóveda en la Biblioteca Real, ya que creen que la genialidad de Leonardo da Vinci se contagia.

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E
hace 3 años

Simpática la creencia de los estudiantes de Turín. Al igual que la creencia con respecto a los nazis. Ojalá ese poder se transmita a los estudiantes de arte en todo el mundo.

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