Un chico llamado Diego, a quien sus padres le decían “Pelusa”, tuvo un sueño a los tres años de edad:

Estaba en el potrero, cerca de su casa en Villa Fiorito, junto a su papá, mirando cómo jugaban al fútbol unos chicos. De pronto la pelota es rechazada y se dirige hacia él deteniéndose junto a sus pies. “Pelusa” mira hacia la canchita para ver si alguien viene a buscarla, pero nadie se mueve. Pelusa observa a su padre, ve que este le sonríe y le hace un gesto como diciéndole “agárrala”. Entonces “Pelusa” se agacha, la toma y la abraza con emoción. No sabe que decir, pero se sorprende al escuchar una voz que sale de la pelota.

“Pelusa, yo voy a ser tu alegría y vos la alegría de la gente, porque vas a ser el mejor jugador del mundo. Nunca más nos separaremos y seremos amigos toda la vida. Pronto estaremos juntos para siempre”.

“Pelusa” entre emocionado y sorprendido, siente otra voz:

"“Pelusa”, hijo, despertate!”.

La voz de su mamá le indicaba que ese sueño tan lindo había llegado a su fin.

Pero al despertarse los ojos de Pelusa no podían creer lo que veían. A su lado había una pelota de fútbol, y de cuero. Su papá, Don Diego, le dijo:

“Te la trajo tu primo, el Beto”.

"Pelusa" la abrazó igual que en el sueño, y a partir de ese momento no se separó nunca más de ella. Ese fue su sueño y siempre le agradeció a Dios haberlo hecho posible.

Para Diego la pelota era su amor eterno. Desde los 3 años dormía con ella y hasta le contaba sus sueños. Él soñaba con jugar en la selección Argentina y dejar todo en la cancha por esa camiseta.

Diego empezó a jugar con sus amiguitos del barrio en un lugar llamado las “Siete Canchitas” para el club Estrella Roja. La carrera de Maradona empieza junto a Francisco Gregorio Cornejo que era del Departamento de Fútbol de Argentinos Juniors, probaba pibes y le dijo si quería ir. El “Goyo” Carrizo que era compañero del colegio, lo alentó a hacerlo. Su padre lo llevó y lo tomaron. A partir de ese momento jugó para los “Cebollitas”. Integró el equipo que estuvo invicto más de cien partidos durante los años 1972 y 1973. Ahí empezaba a ser un jugador de verdad.

La carrera de Diego siguió tras su paso a la novena de Argentinos Juniors. Al año siguiente a la octava y de allí salto a la quinta. Jugó apenas unos partidos y pasó a la tercera. Después llegó el gran día. Su debut en primera fue el 20 de octubre de 1976, tenía 15 años. Le faltaban 10 días para cumplir 16. Argentinos Juniors jugaba contra Talleres de Córdoba y su técnico Montes en el entrenamiento le avisó que iba al banco de primera:

“Prepárese bien porque usted va a entrar”, se fue corriendo a contárselo a su padre y a su madre.

Ese día a la mañana, su madre le dijo:

“Voy a rezar por vos”, y su padre pidió permiso en el trabajo para ir a verlo.

Diego debutó con el número 16, y la camiseta era roja con una franja blanca. Perdían 1 a 0 y cuando estaba por finalizar el primer tiempo Montes le preguntó si el se animaba. Reemplazó a Giacobetti. Montes solo le dijo que jugara como él sabia y si podía que tirara un caño y se lo tiró a Cabrera, que era su marcador. Maradona perdió en su debut con Argentinos, pero arrancaba una larga historia, hermosa e inolvidable. Ese día del debut, Diego toco el cielo con las manos.

Entre los goles que Diego siempre recordaba estaban el que le hizo al Pato Fillol en el Monumental, y también los cuatro que le hizo a Gatti, el arquero de Boca, porque dijo que Diego era un gordito. Y Maradona cuando más enojado estaba, mejor jugaba. Ese día la tribuna de Boca gritó por primera vez “¡Maradooó…Maradooó!”, fue un preanuncio, ya que al año siguiente jugaría para Boca Juniors.

Jugar en la selección se hizo realidad para Diego gracias a Menotti que lo citó para jugar en la mayor, contra Hungría el 27 de febrero de 1977, en la Bombonera.

Entró por Luque, tenía 16 años. “El Flaco" Menotti lo llamó:

Maradona…Maradona…”, entonces se dio cuenta que iba a jugar y cuando empezó a entrar en calor la tribuna empezó a corear su nombre “¡Maradooó…Maradooó…!”. Le temblaron las piernas.

En el Mundial ’78 aunque siguió integrando el grupo que disputó el Mundial en Argentina, fue uno de los tres jugadores que quedó afuera del plantel y no pudo jugarlo. Fue uno de sus momentos más tristes y lloró mucho.

Diego volvió a jugar en la selección en 1979, y para la selección juvenil, donde fue el capitán en el Mundial realizado en Japón. En el Mundial de Japón se consagraron campeones Mundiales, y no se olvidó jamás de ese día. Se abrazó con todos, con su padre y miró para arriba para regalarle ese Campeonato a su mamá.

En la selección mayor volvió a entrenar con el grupo el 25 de Junio de 1979, se jugó un partido en River contra el Resto del Mundo celebrando el Campeonato Mundial obtenido en 1978. Hizo uno de los goles más lindos y fue al brasileño Emerson Leao. Le pegó con zurda y en comba, se la clavó en un ángulo, desde afuera del área. ¡Lo gritó con toda su alma!.

Maradona siguió en la selección mayor. En 1980 jugó un partido con Inglaterra en Wembley, que le sirvió para acertar seis años después en México y meterles el gol de su vida.

Después jugaron en 1981 el Mundialito de Uruguay donde no les fue bien. Diego jugó contra Inglaterra en Wembley el 13 de mayo de 1980, donde hizo una jugada que los gambetea a todos, pero en vez de eludir al arquero, definió antes y se fue rozando el palo. Su hermano “El Turco” le dijo que se había equivocado al no gambetear al arquero, en el Mundial de México ’86 se acordó de su consejo.

Para Diego jugar en Boca fue un sueño, tanto para él como para su padre, el cual un día le contó caminando por La Paternal:

“Dieguito, que lindo sería verte jugar con la camiseta de Boca…”.

Después de jugar en el torneo de Mar del Plata y su despedida con la camiseta de Boca, fue directamente a concentrar con la Selección Mayor para jugar el Mundial ’82 en España. Era su primer Mundial de Mayores y estaba excitadísimo. Argentina venía de ser el último Campeón. Pero algo pasó, se creían los mejores y todavía no habían jugado.

Después del Mundial de 1982, llegó a Barcelona. Era el club para él, pero no conocía como eran los catalanes. En los entrenamientos le pegaban hasta patadas en la boca. Fue muy fuerte el cambio de técnica. Ellos corrían y Diego tocaba, con el tiempo lo empezaron a entender y con quién llegó a lograrlo mejor fue con el alemán Schuster, con quién jugaba casi de memoria. Y cuando comenzaban a andar bien, en diciembre de 1982, le agarró la hepatitis, se quería morir. Reapareció en Marzo de 1983 y ganaron la Copa del Rey en Junio de ese año.

Después de Barcelona la carrera de Diego sigue en Europa, más precisamente en el Napoli de Italia, a partir del 16 de septiembre de 1984. Maradona siguió en la Selección Argentina, volvió a integrarla en 1985, donde tuvieron que sufrir las eliminatorias para lograr jugar el Mundial de México ’86. Allí se consagraría Campeón del Mundo con la recordada “Mano de Dios”, que en realidad fue la mano de Diego.

Él nunca supo como hizo para saltar tanto, metió el puño izquierdo y la cabeza detrás. El arquero Shilton ni se enteró, corrió para la tribuna donde estaban su padre y su suegro para gritárselo a ellos. Golazo, a llorar a la Iglesia.

Diego decía que a veces el gol con la mano le gustaba más que el otro, porque les habían metido el gancho a los piratas. Y el segundo gol fue “La Obra Cumbre”, el mejor gol de todos los Mundiales. El segundo fue el sueño de Diego y de cualquier futbolista hecho realidad, él soñaba en Fiorito hacer un gol así con el Estrella Roja, el club de su barrio y lo hizo en un Mundial, para su país y contra Inglaterra.

Cuando Diego veía ese gol le parecía que no se puede hacer un gol así, que lo podes soñar, pero que nunca lo vas a concretar. Maradona siempre decía que en aquellos increíbles días de México ’86 Dios había estado con él.

Luego el Mundial de Italia fue muy triste. Argentina arrancó perdiendo con Camerún y además contra Rusia se quiebra la pierna Pumpido. El dolor les llegó a todos y a partir de allí comienza otra historia donde sobresale Goycoechea. Dejaron afuera a Italia y les dolió mucho. Después llegó Brasil que los mató a pelotazos pero con una gran jugada de contraataque, le ganaron 1 a 0. Los Brasileños se querían morir. Jugaron la final del Mundial otra vez con Alemania pero “al árbitro Codesal se le escapó la tortuga”, no cobró una para Argentina y perdieron 1 a 0 con un penal muy dudoso.

Al final del partido Diego lloró sin vergüenza, se había sentido robado. Su carrera continuó en Europa pero su vida en el Napoli iba llegando a su fin, su carrera en Italia finaliza el 24 de Marzo de 1991. Después de arduas gestiones en 1992, pasó al Sevilla de España y debutó oficialmente en el Campeonato un 4 de septiembre y justo de visitante contra el Athletic de Bilbao. Pero las cosas en el Sevilla no iban bien y en 1993 dejó el equipo.

Luego vuelve a la Argentina, y llega a un equipo al que quería mucho, donde hizo una carrera corta pero hermosa. Newell’s Old Boys de Rosario. Había hecho una dieta exigente y estaba hecho un pibe, pesaba 72 kilos. La fiesta que le hicieron cuando lo recibieron fue increíble, le hizo recordar a su llegada al Napoli de Italia. Luego se fue y jugó de vuelta en la Selección, se reintegró contra Australia, después que Argentina perdió aquel famoso partido con Colombia por 5 a 0, que le dolió el alma. Tuvo la oportunidad de colaborar para llevar a Argentina al Mundial ’94. Se había entrenado haciendo un esfuerzo increíble, habían formado un equipo sensacional, un equipo que se defendía con la pelota. Un equipo que tenía toque, gol, belleza, un equipazo. Le ganaron a Grecia 4 a 1 y a Nigeria 2 a 1, Diego estaba seguro que serian campeones otra vez, por eso consideró que fue muy injusta la sanción, en ese Mundial le “cortaron las piernas”.

Diego volvió a jugar y como é quería fue en Boca, el sábado 7 de octubre de 1995. La fiesta en la Bombonera era impresionante, pero Maradona se volvió loco de emoción cuando aparecieron dentro de una caja sus hijas Dalma y Gianinna con un cartel que decía “Papa, Gracias por Volver”. En la tribuna había una bandera que decía: “¿Con la 10? ¡Dios!”.

Su último partido fue el 25 de Octubre de 1997, en cancha de River donde Boca ganó 2 a 1. Dijo basta el 30 de Octubre, 5 días después. 21 años jugando al futbol profesionalmente, siempre con las mismas ganas de jugar, de entrar a la cancha, de ganar y de darle alegría a todos los argentinos.

Fue el final de un sueño, pero al futbol, jamás le dijo adiós para siempre.

Añadir Comentario