El machismo es una forma de actitud sexista y discriminatoria que defiende la superioridad del hombre por encima de la mujer.

Durante los últimos años, iniciativas feministas han ayudado a hacer menguar este tipo de pensamientos, siendo cada vez menos quienes tienen estas actitudes retrógradas y peyorativas hacia las mujeres.

Todo y este avance que hemos logrado juntas y juntos, en nuestra sociedad perviven esquejes machistas que, de tanto haberlos escuchado e incluso empleado en nuestro día a día, a duras penas percibimos cuán machistas estas expresiones son: los micromachismos.

Estos pequeños comentarios, gestos y prejuicios son construcciones de palabras que hemos oído montones de veces y que, aunque estemos totalmente en contra del sexismo y del machismo, seguramente hayamos empleado más de una vez porque los tenemos tan interiorizados que creemos que no son expresiones nada ofensivas. Pero sí lo son.

Algunas de estas expresiones son: “Corres como una niña”, “qué suerte que tu marido te ayuda en casa”, “hoy mi amigo se ha quedado de niñera”, “mujer tenía que ser”, “las más machistas con las mujeres”, “ser ama de casa no es un trabajo”, “esas no son formas de hablar para una señorita”, etc. Estas y otras expresiones son puros micromachismos y debemos dejar de emplearlas o el machismo nunca se irá.

A parte de comentarios, este micromachismo se encuentra en el día a día también. Por ejemplo, el hecho de que en un bar o restaurante el cambiador de bebés esté únicamente en el baño de mujeres, o asumir la heterosexualidad de una mujer o un hombre, o preferir preguntar a un hombre antes que a una mujer cuando se necesita ayuda en el trabajo o en una tarea forzosa, o extrañarse al ver una mujer policía en la calle, o estereotipar a las niñas y niños desde pequeños (por ejemplo, no dejando que un niño se apunte a clases de baile, o una niña a clases de básquet), describir a una mujer como “poco femenina”, invisibilizar a una mujer en su puesto de trabajo prefiriendo ser atendido por varones, alabar al padre de un bebé llamándolo “padrazo” por ayudar a cuidar a su bebé y no diciéndole nada a la madre porque parece ser algo obligatorio para ella.

No solo se ven o se utilizan micromachismos en la calle o en casa. También en la educación, la administración o los canales de comunicación se pueden observar estas pinceladas machistas. Un muy claro ejemplo es la ausencia de un lenguaje inclusivo, un lenguaje que englobe a todos los géneros, y ya no nos referimos a utilizar expresiones como niñes, trabajadorxs, emplead@s, sino a utilizar términos como: el alumnado, el equipo humano, el funcionariado, …

En definitiva, si queremos llegar a una sociedad feminista, donde el machismo solo sea un pensamiento del pasado, podemos empezar cambiando nuestra concepción de estos comentarios y actitudes que nos han inculcado durante años. ¡Digamos no al machismo, sí a la libertad!

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