Decía el político italiano del siglo XIX Giuseppe Mazzini, que la constancia es el complemento indispensable de todas las demás virtudes humanas.

Es evidente que cuando dijo esa gran frase, no estaba pensando en la familia Borbón. La familia real española parece bien abonada a la constancia pero no precisamente por virtudes humanas.

Desde hace un tiempo, la corona ha cogido la costumbre de ser objeto de debate en la opinión pública y de copar titulares, ya sea de forma directa o indirecta.

No porque los reyes hagan una visita protocolaria a un sitio o a un evento, o por presidir una entrega de premios. La constante que envuelve la familia real desde hace tiempo es la corrupción, la cual cada mes parece manchar un poco más una institución a la que ni el 'Cillit Bang' puede hacer ya nada.

Y eso incluso antes de que el rey emérito se fugase a los Emiratos Árabes con muchos lujos y poca vergüenza.

No es que a cada momento se descubra una inmundicia o un acto inmoral y bochornoso de uno o más miembros de la familia real. Pero son varias las noticias que cada mes nos recuerdan qué clase de individuos tenemos en la jefatura del Estado.

Da igual si son las tarjetas opacas usadas por Froilán y Victoria Federica, o si por enésima vez los partidos del régimen del 78 —PSOE, PP, C’s y Vox— se niegan a investigar en el Congreso las actividades presuntamente ilícitas de Juan Carlos I.

Da igual si van a encerrar a un rapero por haber llamado ladrón al emérito, mientras un exmilitar que se grabó disparando a fotografías de miembros del actual gobierno es absuelto.

Lo que sucede es que cada noticia en donde la familia real está implícita en ella, nos confirma lo que cada vez más personas pensamos: que a los Borbones les importa una mierda España y los españoles.

Los Borbones pueden llenarse la boca todo lo que quieran con su amor a España, pero luego la realidad es muy distinta.

La última bomba va sobre la educación de la princesa Leonor. Sus padres han decidido que estudie fuera de España en un centro que cuesta nada menos que 76.500 euros. Casi nada.

Y eso, tristemente, no es lo único que demuestra la distancia que separa la familia real de la realidad de los españoles.

Leonor nació en un hospital privado, ha estudiado en centros privados y ahora iniciará sus estudios de bachillerato en Gales, en una especie de Hogwarts —también privado— que forma parte de la United World Colleges, de la que justamente los reyes de España son altos patronos de su fundación. Intencionado o no, queda claro qué piensa la familia real española de la sanidad y la educación pública de su país. De la justicia ya ni hablamos por si acaso.

Yo no tengo nada en contra de Leonor. Lo que veo es una adolescente de 15 años que ha tenido la mala suerte de haber nacido en la familia que ha nacido.

Seguro es, que recibirá una buena educación y volverá de Gales con un inglés impecable —cosa que ya quisieran muchos para sus hijos o para sí mismos—. Bien por ella, quién además no tiene la culpa de los actos de su abuelo y de su padre. Solo espero, por su bien, que no llegue a ser reina de España. Ya ha tenido la mala suerte de haberse perdido una etapa tan bonita como necesaria como es la adolescencia. Espero que la vida no le dé la oportunidad de ser, como decía el famoso rótulo de TVE, como su abuelo.

Tal vez entonces sí que podríamos creernos aquello de “no es como su padre” que tantas veces nos han intentado colar. Pero mientras tanto, aquí seguimos; con un rey emérito fugado, un rey que no sabe medir sus discursos y unos partidos políticos que siguen dispuestos, a pesar de sus diferencias, a que lo esencial del régimen siga atado y bien atado.

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