El 17 de julio de 1950, un hombre de nacionalidad rumana ingresó a los Estados Unidos amparándose en la Ley de 1948 para personas desplazadas, destinada a personas que durante la Segunda Guerra Mundial habían padecido los horrores de la persecución política. Su nombre era Viorel Trifa.

En su entrevista con las autoridades de migración afirmó haber sido víctima de los nazis durante la guerra. Preso de la Gestapo, Trifa dijo haber sido recluido en el campo de concentración de Dachau en Múnich.

Siete años más tarde obtendría la ciudadanía estadounidense.

Sus enormes vínculos con la iglesia ortodoxa rumana le allanaron el camino para ordenarse sacerdote y empezar a subir peldaños en los rangos eclesiásticos.

De esa manera se convirtió en arzobispo de la diócesis de Detroit. También se cambió el nombre de pila a Valerian. Sin embargo, había algo en el pasado de ese hombre que las autoridades estadounidenses desconocían.

Al igual que Trifa, no fueron pocos los rumanos que decidieron emigrar a América en busca de una vida mejor. Muchos de ellos llevaban consigo el traumático y reciente recuerdo de la guerra. Pero pocos obtuvieron la relevancia que obtuvo Trifa a medida que este iba logrando más altos rangos en la diócesis.

Miembros rumanos de la misma iglesia a la que pertenecía Trifa le reconocieron y no precisamente como una víctima de la persecución de los nazis como él había reconocido.

Muchos recordaban a un hombre llamado Viorel Trifa que había sido un ferviente seguidor de Adolf Hitler y que además había sido un vocero destacado de la Guardia de Hierro, un grupo fascista pronazi que había sembrado el terror en Rumanía.

De carácter antisemita y promotores de la violencia, los camisas verdes (así se llamaban los miembros de la Guardia de Hierro) instigaron la llamada Rebelión de los Legionarios y el Pogrom de Bucarest, en donde cientos de judíos rumanos fueron asesinados entre el 21 y el 23 de enero de 1941.

Como vocero de los nazis de la Guardia de Hierro, Viorel Trifa pronunció un discurso radiofónico el 20 de enero de 1941, lleno de odio antisemita y alentando a la redada que al día siguiente padecerían los judíos de la capital rumana.

Trifa además, fue editor del Libertatea, el panfleto fascista de la Guardia de Hierro que emitía propaganda en favor de los nazis e instigaba a la violencia contra toda forma de disidencia.

Cuando fue preguntado por su oscuro pasado, Trifa negó ser aquel nazi que antaño había alentado a la violencia antisemita. Se escudó diciendo que su apellido era muy común en Rumanía y que debía tratarse de alguien con el mismo nombre.

Por aquel entonces ya habían pasado unos cuantos años desde que Trifa hubiera cometido unos actos que de ser ciertos le convertían en un criminal de guerra nazi. Las complicaciones en la investigación eran evidentes, pero el fiscal del Departamento de Justicia Eli Rosenbaum y el inmigrante rumano Charles Kremer no quisieron rendirse.

Kremer, un dentista rumano residente en Nueva York fue el único superviviente de su familia, la cual fue enteramente asesinada por la Guardia de Hierro.

Kremer sabía perfectamente quién era realmente el arzobispo de Detroit y dedicó mucho esfuerzo a que la justicia estadounidense investigara su pasado.

Afortunadamente se empezó a descubrir más sobre el pasado de Trifa cuando el Departamento de Justicia descubrió la existencia de veintidós postales presentes en los archivos históricos de la República Federal de Alemania, las cuales habían sido enviadas por un tal Viorel Trifa.

Los escritos de las postales hablaban de un hombre que había vivido los años de la guerra con relativa comodidad, que en absoluto había sido víctima de la persecución nazi y que además había mandado una de las postales a nada menos que Heinrich Himmler, uno de los hombres fuertes de Hitler.

Las investigaciones forenses determinaron que la letra de las postales correspondía a la del mismo hombre que en 1950 había rellenado el formulario de asilo en Estados Unidos bajo el nombre de Viorel Trifa.

Además, los expertos descubrieron lo que podría ser una huella dactilar en una de las postales, enviada en 1942. Durante la década de los 70 los Estados Unidos solicitaron sin éxito dicha postal original a la RFA (hasta entonces solo tenían impresos de las postales). La RFA consideraba que la técnica de revelado de huellos dactilares era muy invasiva y que podría dañar el documento original.

No obstante, en esa misma década se empezó a implantar una nueva técnica de investigación forense que resultaba más efectiva y mucho menos invasiva, el rayo láser.

Ese avance tecnológico permitió que, en 1982, la RFA entregara la postal al FBI.

Finalmente, se descubrió que la huella encontrada en la postal de 1942 pertenecía al pulgar izquierdo de Valerian Trifa, el arzobispo.

De esa manera, el hombre que en julio de 1950 ingresó a los Estados Unidos solicitando asilo, mintió a las autoridades migratorias y ocultó su pasado como criminal de guerra nazi.

Cuando se le presentaron las pruebas, Trifa renunció a la ciudadanía estadounidense y abandonó el país.

Dos años más tarde, en 1984, encontró refugio en Portugal y allí se asentó. Las autoridades portuguesas consideraron su presencia en el país como indeseable y se iniciaron procesos legales para efectuar su deportación. Trifa presentó alegaciones a las altas instancias judiciales lusas, lo que provocó que su deportación se demorase unos cuantos años.

Entre tanto, algunos fiscales israelíes y el Departamento de Justicia americano trataron de solicitar la extradición para que Trifa fuera juzgado en Israel por crímenes contra la humanidad.

No obstante, el gobierno israelí de Menachem Begin rechazó el caso y no hizo ninguna petición oficial de extradición, lo cual provocó la indignación de Charles Kremer y demás judíos rumanos que reclamaban justicia.

Viorel Trifa murió en 1987 aún estando en Portugal, sin ser juzgado por sus crímenes y con una orden de deportación pendiente.

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