Se dice que Nikola Tesla logró llevar a cabo más de 1.000 inventos, que se adelantó a todos los genios de su época, que atacó a la ciencia por su egoísmo y que no aceptaba normas.

Era un hombre asocial que se dedicó en cuerpo y alma a sus inventos, nunca se casó y murió solo y arruinado en la habitación de un hotel.

Un joven fuera de serie

Nikola Tesla es posiblemente uno de los científicos más desconocidos de nuestra época. Nació en Smiljan, Croacia (entonces Imperio Austro-Húngaro), en 1856, en el seno de una acomodada familia serbia.

Parece que Tesla se caracterizó desde muy joven por poseer una extraordinaria memoria, dicen que como su madre, una mujer sin estudios capaz de recitar largos poemas sin saber leer. Él era capaz de memorizar libros completos y aprendió a hablar ocho idiomas.

También heredaría de su progenitora la capacidad creativa, ya que ella realizó artilugios para facilitar sus ocupaciones en el hogar, como el batidor de huevos mecánico.

Nikola Tesla destacó rápidamente en las ciencias en general, y las matemáticas en particular, sin necesidad de pizarra ni cuaderno para resolver problemas, solo con su mente.

Era un estudiante incansable y ávido de conocimientos con una enorme capacidad de trabajo (llegó a dormir solo 2 horas al día durante toda su vida adulta), lo que le valió tener más de un disgusto con su salud, pero eso le llevó en 1875 a Graz, Austria, para estudiar la carrera de ingeniería eléctrica, que sacó en tres años.

Ya desde esa época su obsesión, en contra de lo que pensaban sus profesores, era el desarrollo de diseño de motores y generadores de corriente alterna que no necesitasen de colectores.

Cuando finalizó sus estudios le ofrecieron trabajar en la estación central telefónica de Budapest, haciéndose cargo de su operatividad en poco tiempo.

No mucho después, logró un nuevo empleo en la Compañía Edison Continental de París, dedicada a la fábrica de motores, generadores y equipamiento de iluminación bajo patentes de Thomas Alva Edison.

Allí intentó convencerles de que se podían desarrollar sistemas de corriente alterna de múltiples fases. Nadie hizo mucho caso de esto, pero le ofrecieron una recompensa si lo lograba.

Tesla no cejó en el empeño y finalmente, en 1883, construyó un generador y un motor, ambos bifásicos, que funcionaron a la perfección, demostrando que sus teorías eran correctas.

Pero la recompensa de sus jefes no llegó, así que decidió abandonar su empleo llevándose consigo su sistema bifásico.

Pero la genialidad de Tesla era tan extraordinaria que Charles Batchelor, en aquel momento gerente de la compañía y amigo personal de Edison, le sugirió que emigrase a Estados Unidos para trabajar directamente con Thomas Alva Edison con una carta suya de recomendación. Nikola aceptó.

Tesla llegó a Nueva York en 1884, donde viviría desde entonces y se nacionalizaría posteriormente norteamericano.

Edison, su gran rival

Cuando Tesla llegó a América, con 28 años de edad y apenas unas monedas en los bolsillos, el ya célebre Thomas Alva Edison y su laboratorio acogieron al joven, sus ideas, demostraciones y proyectos con gran entusiasmo para que mejorara el diseño de sus generadores de corriente continua.

Edison le ofreció a Tesla 50.000 dólares si en los siguientes meses mejoraba la eficacia y reducía el costo de sus dinamos. El serbio lo logró diseñando 24 nuevos tipos de dinamos que funcionaron a la perfección, pero Edison nunca cumplió su promesa económica. Tesla, furioso, renunció a continuar trabajando para Edison.

Desde ese momento comenzó la rivalidad entre ellos. Ambos tenían una concepción diferente de la ciencia y los inventos, en particular la electricidad. Edison apostaba por la corriente continua, Tesla por la alterna. Para Edison la electricidad era sinónimo de negocio y dinero, para Tesla, la electricidad debía llegar a la gente a coste cero por medio de los sencillos sistemas que él había ideado.

Dio entonces comienzo lo que se conoció como «la guerra de las corrientes». Con el tiempo, esta batalla la ganaría Tesla, pero la historia no fue tan generosa con él como con otros inventores como Edison, Hertz, Marconi o Volta.

Tesla decidió, en 1887, instalarse por su cuenta y abrir su propio laboratorio de experimentaciones, la Tesla Electric Company, en Long Island, gracias a la aportación de capital de empresarios a los que llamaron la atención sus proyectos. Allí construiría su nuevo generador bifásico de corriente alterna y un motor de inducción.

Todo lo que iba inventando lo patentaba. Él y sus creaciones empezaron a ser conocidos y a ganar fama. Tesla era invitado a dar conferencias sobre todo ello, especialmente sobre la corriente alterna.

Pero los planteamientos utópicos de Tesla no gustaban demasiado al mundillo científico que veía en él a un peligroso visionario extranjero y fue muy criticado.

En aquellos momentos aparece en su vida George Westinghouse, un célebre inventor que se había hecho millonario fabricando frenos neumáticos para trenes y algunos dispositivos eléctricos. Pero le interesaban las patentes de corriente alterna de Tesla, así que le ofreció un millón de dólares por ellas y le propuso trasladarse a su fábrica de Pittsburgh con un salario como asesor técnico. Tesla aceptó la oferta.

Sin embargo, surgió una nueva desavenencia, ahora con los ingenieros de la Westinghouse, al pretender utilizar sus diseños para algo que él no veía claro. A pesar de una lucrativa oferta por que se quedase, Tesla decidió volver a su laboratorio de Nueva York y proseguir con sus experimentos por libre.

Inventos y patentes

El primer radar, la radio, la torreta eléctrica, la bobinas de corriente alterna (transformadores), el primitivo sistema de la televisión, energía hidroeléctrica, rayos X y cósmicos, carga inalámbrica e incluso el camino hacia el SMS, el e-mail y el whatsapp.....todo lo que los demás ni siquiera podían imaginar Tesla lo ponía en marcha en aquel mítico descampado de Long Island.

Tesla era un hombre alto y muy delgado, de rostro anguloso y mirada penetrante. Mantenía un estricto régimen de comidas (haciéndose vegetariano al final de su vida) y solía caminar unos 15 kilómetros al día, cenar siempre a la misma hora y en el mismo restaurante, preferiblemente solo.

Se ganó la reputación de científico loco por sus “disparatados” e incomprensibles inventos, pero también la de hombre de extraordinaria elegancia, estilo y buenas maneras, así como la de tener un poder hipnótico ante aquellos hombres de ciencia que en masa acudían a sus demostraciones de futuro.

A comienzos de 1895 sobrevino la tragedia: un incendio destruyó completamente su laboratorio mientras preparaba la primera demostración pública de su transmisor de radio. No quedó nada. Tesla se arruinó.

Pero no se rindió. Algunos patrocinadores le volvieron a financiar y en 1897 reanudó las pruebas de transmisión inalámbrica. De hecho, un año después, los periódicos norteamericanos, asombrados, informaban como en el Madison Square Garden, ante miles de personas, Tesla hizo una demostración del funcionamiento de un barco tripulado por control remoto con órdenes de voz.

Allí mismo, confirmó que estaba trabajando en la idea de una poderosa máquina de escribir que se activaría mediante la voz humana. Datos y voces que pudieran ser utilizados por todo el mundo y en cualquier rincón del planeta, más o menos eso que cien años después inició la nueva era informática y que hoy llamamos internet.

Era demasiado para aquellas mentalidades, por lo que el descrédito, impulsado desde ciertas publicaciones oficiales, comenzaron a socavar la figura de Tesla.

En 1899 consiguió financiación (principalmente de J.P Morgan a cambio de controlar parte de sus patentes) para mudarse a unos terrenos cercanos y construir un laboratorio nuevo y más grande. Allí levantaría su famosa torre de telecomunicaciones inalámbricas Wardenclyffe, de casi 61 metros de altura, con un mástil con una cúpula hemisférica de cobre de 21 metros de diámetro y un oscilador gigante de alta-frecuencia con un transformador resonante.

Esta torre iba a servir para lanzar a la atmósfera ondas electromagnéticas capaces de transmitir energía inalámbrica a grandes distancias mediante un receptor conectado a tierra para manejar los efectos, es decir, transmisiones de radio.

Pero los problemas financieros impidieron que esta instalación llegara a ser completamente operativa. El proyecto no se completó y Marconi se adelantó al lograr enviar señales telegráficas inalámbricas a través del Atlántico en diciembre de 1901.

No obstante, Tesla logró poner en marcha la torre en varias ocasiones de forma exitosa, pero los escasos recursos económicos que le llegaban y la alta potencia de la torre que terminó ardiendo parcialmente, llevaron el proyecto al fracaso.

Finalmente, durante la Primera Guerra Mundial, la torre Wardenclyffe fue dinamitada porque interfería en el vuelo de los aviones.

En 1912, después de inventar los primitivos sonar marítimos que Tesla cedió gratis a los ingleses en la Primera Guerra Mundial, acusó públicamente a la ciencia de no velar por el bien de la humanidad y de solo buscar el dinero fácil. Poco después, y para predicar con su discurso, renunciaba, provocando un gran escándalo, a su candidatura al Premio Nobel.

Parece ser que un biplano capaz de despegar verticalmente fue, en 1928, la última patente que Tesla registró.

También se ha rumoreado siempre que en 1931 llegó a inventar nada menos que el coche eléctrico. De hecho, se dice que no por casualidad Elon Musk, el actual inventor, en su honor, ha llamado “Tesla” a su empresa.

Tunguska

A pesar de su talante pacifista, sabemos, gracias a los pocos documentos que se han podido recuperar sobre su persona, que Tesla pasó años en busca de un extraño ingenio que catalogó como “rayo de la muerte”. Un haz lumínico capaz, según él, de provocar explosiones gigantescas a distancia (el arma más peligrosa de la historia) y que iba a poner en marcha en una fecha concreta: el 30 de junio de 1908.

Al parecer, en ese mismo mes de junio mandó un telegrama a su amigo Robert Peary, el famoso explorador del polo norte, poniéndole en antecedentes sobre el tema: “Amigo Peary, voy a mandar un rayo cerca de donde estás y ya me dirás cómo ha ido todo”.

Lo cierto es que justo en esa fecha se producía en el corazón de Siberia, junto a la ribera del río Tunguska, la detonación más colosal de todos los tiempos, superior 50 veces a la bomba atómica de Hiroshima. Esta arrasó un bosque de 3.000 kilómetros cuadrados sin que los científicos, ni aún hoy día, encontrasen jamás meteorito o artefacto alguno que pudieran haber sido los causantes de la explosión. ¿Acaso fue el “rayo de la muerte” de Tesla?.

Los efectos de la explosión llegaron hasta lugares muy remotos como el norte de Europa y Eurasia, siendo captados por sismógrafos de muchos lugares del mundo.

A la transmisión de potentes ondas electromagnéticas de Tesla a la ionosfera también se le achaca ser la idea original de lo que luego fue llamado por los norteamericanos Proyecto HAARP (Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia), puesto en marcha en 1993 en Alaska, para mediante un potente radiotransmisor de alta frecuencia modificar las propiedades electromagnéticas de una zona determinada de la ionosfera para su estudio. Se ha estimado que su uso ha servido para la implantación de sistemas de radiocomunicaciones de vigilancia estratégica, sistemas de detección de misiles e incluso para modificar el clima, provocando con esto último, según algunas teorías, una amplia gama de desastres naturales.

Sus últimos años

En 1943, fallecía este enigmático personaje llamado Nikola Tesla, una rara avis, un hereje condenado por la ciencia al que todos vieron demasiado peligroso por su mentalidad libre que no aceptaba las normas.

Tesla llevaba ya tiempo con el cuerpo entumecido y afectado por décadas de proximidad a todo tipo de energías y explosiones, y como siempre había vivido, murió solo en una habitación de hotel a los 86 años de edad.

Se dice que después de su muerte el FBI se hizo con sus archivos para saber si trabajaba para algún gobierno extranjero, pues se le había tachado incluso de espía, sin embargo, esto nunca pudo ser demostrado. Sin embargo, parece que aún hoy día la CIA sigue manteniendo oculta alguna que otra invención de Tesla.

Poco después de fallecer, la Corte Suprema de Estados Unidos falló a favor de un hombre de origen serbio que provocó mucho tumulto en la época llamado Nikola Tesla. Decía que algunas patentes como los transmisores de energía eléctrica, la bombilla, o la radio pertenecían a Tesla en contra de Marconi que la registró después de él. De hecho, parece que Marconi, que ganó el Premio Nobel en 1909 por su invención de la radio, había utilizado para ello hasta 17 patentes tecnológicas propiedad de Tesla.

Sin embargo, tras su muerte, Tesla, para muchos el más grande inventor del siglo XX, cayó en el más enigmático de los olvidos y sus inventos demonizados durante más de 50 años, aunque parece que en las dos últimas décadas ha empezado a renacer el interés por su figura.

En 1952, gracias a la labor de uno de los sobrinos de Tesla, sus cenizas y los archivos que aún quedaban de él, fueron llevados a Belgrado donde están custodiados en un museo que lleva su nombre. Se asegura que el archivo contiene más de 60.000 documentos científicos jamás estudiados, por lo que posiblemente en el futuro se pueda encontrar alguna que otra sorpresa en ellos.

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