El eje central del famoso retrato de Goya, 'La familia de Carlos IV', es la reina María Luisa de Parma (Parma 1751- 1819 Roma) y hacia ella convergen las restantes figuras.

Era hija de Felipe I, hermano de Carlos III de España, y duque de Parma y de la princesa Luisa Isabel de Francia, hija de Luis XV de Francia.

Recibió una educación más francesa que italiana debido a la influencia de su madre, pero cuando esta se queda viuda, enseguida abandona Parma para trasladarse a Versalles, olvidándose de su pequeña hija.

A los ocho años de edad Maria Luisa queda huérfana y pasa una infancia bastante solitaria en la Corte parmesana. María Luisa quedó bajo la custodia de Catherine de Bassecourt-Grigny, marquesa de González, mujer muy severa y rígida. Pero también cayó bajo la influencia del abad Etienne Bonnot de Condillac, que era discípulo del filósofo Locke y colaboraba con Voltaire. De este recibiría una educación excesivamente tolerante y permisiva en cuanto a la moralidad que se daba en la época a las damas nobles.

A los 12 años fue comprometida con Carlos, su primo carnal por línea paterna, pariente cercano por línea materna, y heredero de la corona española con el nombre de Carlos IV. Al año siguiente contraen matrimonio.

María Luisa de Parma tenía un carácter fuerte, muy dominante y con tendencia a ser manipuladora y muy intrigante, tanto en lo personal como en lo político. Se le considera como una de las reinas españolas menos apreciadas. Ejerció una gran influencia sobre su marido, un hombre tímido, sencillo y falto de ambición, además de no tener el más mínimo interés por los asuntos políticos.

En la Corte española enseguida llamó la atención por su conducta desenvuelta y su afán de ostentación, que contrastaba con la austeridad impuesta por Carlos III, su suegro, al que no le gustaban nada sus sus habituales coqueteos amorosos.

Desde el inicio de su matrimonio, hubo rumores constantes sobre los romances de María Luisa con miembros de la nobleza, lo que hizo que Carlos III aumentara todavía más su desconfianza respecto a María Luisa. La única coincidencia que tenían Carlos III y María Luisa era su gusto por el arte sobre todo la pintura.

María Luisa fue de joven una mujer agradable como se puede ver en los distintos cuadros de ella. Sin embargo, los continuos embarazos (23) y partos (13, uno gemelar) de los cuales sólo 7 de estos hijos llegaron a la edad adulta, aunque varios de ellos tuvieron problemas de salud y de crecimiento, además de inmadurez (como ocurría con el que después sería Fernando VII), le deterioraron muchísimo físicamente. Consecuencia de esto fue la pérdida de casi toda su dentadura, de ahí que procurara al hablar no abrir la boca. Para cubrir la falta de dientes se hizo fabricar una dentadura postiza. La boca le producía muchísimo dolor a María Luisa, que lo aplacaba con la utilización de gramos de opio.

Por su desconfianza hacia ella, Carlos III también intentó siempre alejarla de la política. En la Corte de Carlos III había un gran enfrentamiento entre el conde de Floridablanca y el conde de Aranda. El príncipe de Asturias siguiendo el consejo de María Luisa, que apoyaba las aspiraciones del conde de Aranda, le encargó en 1781 para que prepara la constitución de un Consejo de Estado para cuando falleciera Carlos III. Este encargo fue visto como una deslealtad de la futura reina a Carlos III. La maniobra fue vista casi como un intento de dar un golpe de Estado.

María Luisa de Parma tuvo fuertes enfrentamientos con la nobleza española, destacando su rivalidad con la duquesa de Alba y las desavenencias con la duquesa de Osuna.

El 14 de diciembre de 1788, muere Carlos III y son proclamados reyes de España, Carlos IV y María Luisa (23 años después de su matrimonio).

Poco antes de ser nombrados reyes, María Luisa conoce a un apuesto guardia de corps, Manuel Godoy, que poco tiempo después sería nombrado consejero privado de la reina. Esta relación entre Godoy y María Luisa ha provocado grandes debates históricos.

Con la llegada al poder, María Luisa asume su papel de reina con entusiasmo y participa activamente en los Consejos de Ministros. Coincide además con el estallido de la Revolución francesa de 1789. La reina francesa María Antonieta pide la intervención de las tropas españolas, con la finalidad de evitar la guillotina. Sin embargo, el conde de Floridablanca se niega a ello y hace que España no intervenga en los acontecimientos franceses. Floridablanca había impuesto una política rigurosa y se negaba a pagar los caprichos de María Luisa, por lo que la tensión entre ambos será constante.

En 1792, se proclama la república en Francia. España siguiendo las órdenes de Floridablanca sigue sin intervenir, como sí harán Prusia y Austria. María Luisa muestra su desacuerdo y por ello acaba consiguiendo la destitución del conde de Floridablanca. Le sustituye el conde de Aranda como puente al nombramiento de Manuel Godoy como primer ministro, nombramiento que finalmente se produce en 1792.

Godoy tuvo una carrera fulgurante con la llegada al poder de Carlos IV y María Luisa, pasó de ser simple guardia de corps a ser el asesor principal de la reina y caballero de la Orden de Santiago. Ambos monarca confiaban en la habilidad política de Godoy para conseguir la regeneración del país (por eso se le conocía como “el príncipe de la paz”), sin embargo, la situación de crisis económica, debido a la participación del país en numerosos conflictos bélicos, provoca un gran endeudamiento y la paralización del comercio americano.

En 1798, Godoy presenta la dimisión como primer ministro, al perder el apoyo de la reina María Luisa. Este en ese momento mantenía una relación secreta con su amante Pepita Tudó, que provocaba malestar en la reina cuando se entera. Para deshacer el entuerto María Luisa propone que Manuel Godoy se case con María Teresa de Borbón y Vallabriga, que era prima de Carlos IV y de esta forma pasara a formar parte de la familia real. La pareja se casa pero fue un desastre total. A pesar de tener una hija, Godoy siguió manteniendo la relación con Pepita Tudó.

En 1799, Napoleón sube al poder en la República francesa, Godoy se retira a vivir a Granada y María Luisa tiene un nuevo amante, Manuel Mailló.

Godoy es llamado nuevamente al poder en el año 1800 y meses después se firma el Tratado de Madrid, una alianza con Francia con el objetivo de hacer frente a Inglaterra y Portugal.

Pero el heredero a la Corona española, Fernando, que muestra su repulsa a la política desarrollada por Godoy y son elocuentes los desencuentros con sus padres, consigue aunar en su persona, contra ellos, el descontento popular y la oposición de gran parte de la nobleza española y de la Iglesia buscando la caída de Godoy.

En 1802 el príncipe Fernando se casa con María Antonia de Nápoles con la que nunca se llevaría bien María Luisa de Parma. La animadversión fue mutua y más desde que esta contó con el apoyo de su madre, María Carolina de Nápoles, para intrigar contra ella. Entre las muchas calumnias que propagó por toda Europa contra la reina española la que más impactó fue la de que el verdadero padre de de los cuatro últimos hijos de esta era Godoy. La reacción del todopoderoso ministro fue fulminante: en septiembre de 1805 ordenó la expulsión de la corte de varios nobles del entorno de los príncipes de Asturias y más tarde la expulsión de España del embajador de Nápoles y su esposa. A finales de 1805 el reino de Nápoles fue conquistado por Napoleón y la reina María Carolina destronada. Ahora tenían un problema menos.

Sin embargo, y pese al fallecimiento en mayo de 1806 de la princesa de Asturias, el ahora llamado «partido fernandino» mantuvo los ataques contra la reina y contra Godoy con el consentimiento del príncipe, incluidas campañas de textos y estampas gráficas para desprestigiarlos. La reina María Luisa que era presentada como una depravada sexual devorada por la lujuria. La derrota de la armada española frente a la británica en Trafalgar (1805), con la muerte de miles de soldados, tampoco va a favorecer a Godoy, al que culpan del desastre.

El príncipe de Asturias intriga constantemente para conseguir la abdicación de su padre que en 1807 firma el Tratado de Fontainebleau por el que se acuerda el reparto de Portugal con los franceses, lo que permite la entrada de estos en España algo que aprovecha Napoleón que ansiaba su conquista para acabar con la dinastía de los Borbones.

El 17 de marzo de 1808, se produce el motín de Aranjuez, que provoca la abdicación de Carlos IV y en consecuencia la caída de Godoy. Fernando VII entra triunfalmente como rey en Madrid. Los reyes salientes se trasladan a Bayona (Francia) invitados por Napoleón y posteriormente, con engaños, también consiguen el traslado de Fernando VII.

Secuestrada la familia real, que da lugar, al levantamiento popular de Madrid del dos de mayo, Fernando VII es obligado a abdicar a favor de su padre Carlos IV y éste es obligado a ceder la Corona a Napoleón (abdicaciones de Bayona).

Mientras los acontecimientos se siguen desarrollando en España, la familia real (María Luisa de Parma es acusada de llevarse las joyas de la Corona) pasan a residir en Compiegne (Francia). Manuel Godoy también se exilió en Francia con su amante Pepita Tudó. En 1812, la familia y Godoy, por consejo de Napoleón, se trasladan a vivir a Roma, instalándose en el palacio Borghese y posteriormente, cuando Fernando VII es autorizado a volver a España en 1814, al palacio Barberini.

Pero el flamante rey exige y consigue que el Papa expulse de Roma a Manuel Godoy. Sin embargo, Godoy pasa los últimos momentos de sus vidas con los antiguos monarcas: él con dolorosos ataques de ciática y ella con las dos piernas rotas y enfermando gravemente de pulmonía en 1818.

María Luisa de Parma muere el 2 de enero de 1819, cuando tenía sesenta y siete años, estando acompañada por Godoy. Carlos IV muere pocos días después. El testamento de María Luisa deja como heredero de su fortuna a Manuel Godoy, pero los hijos no aceptan dicho testamento y se reparten la fortuna entre ellos.

Seis meses después de su muerte, sus retos mortales junto a los de Carlos IV son trasladados al Panteón de los Reyes en el monasterio de El Escorial.

Pero María Luisa hizo algo muy significativo antes de morir: comunicó a su confesor, Fray Juan de Almaráz, que ninguno de sus hijos lo eran de Carlos IV y, por consiguiente, la dinastía Borbón había quedado extinguida de España.

Fray Juan de Almaráz escribió el 8 de enero de 1819, la última confesión de María Luisa antes de morir. Al conocer Fernando VII está declaración, donde se ponía en cuestión su legitimidad, decidió encerrar a Fray Juan de Almaráz en el castillo de Peñíscola hasta su muerte.

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