Todos sabemos los deseos de los alemanes de dominar el mundo y sus esfuerzos para lograrlo, y que, dentro de sus planes, estaba el distribuir alemanes y riqueza por muchos países pobres del mundo.

América, igual que el norte de África, fueron lugares en donde los alemanes tenían grandes reservas de dinero para poder conquistar el mundo.

Pero cuando la Segunda Guerra Mundial terminó, muchos nazis se fueron a vivir a América llevando con ellos su dinero con la intención de crear un arma letal y destruir a los Estados Unidos de América para volver luego al poder en Alemania.

Esa arma letal, sin embargo, nunca se construyó pero mucho del dinero nazi quedó distribuido por toda América Latina y se crearon empresas de todo tipo, con la complicidad de presidentes y algunos dictadores.

En Brasil se crearon compañías de aviación, en Uruguay se crearon diversas empresas, así como en Paraguay y Argentina. En estos países aparecieron muchas personas rubias, altas con ojos claros, personas que no se parecían a los nativos. Se parecían más a los italianos y españoles que habían conquistado esos países pero la diferencia seguía siendo muy notable.

En Costa Rica, en particular, quedó mucho dinero y fue entonces cuando aparecieron los dueños de ese dinero con la intención de blanquearlo. Para ese propósito se crearon varias artimañas. En mi pueblo, principalmente, utilizaron el método de la cooperativa.

La cooperativa de mi pueblo y los nazis

En aquella época, Alemania no podía ayudar a nadie, solo pensaba en la reconstrucción y reunificación de su país, pero mi pueblo ingenuo, campesino, se creyó la buena intención alemana.

En el pueblo, donde decidieron instalar la cooperativa, había un grupo grande de campesinos que habián luchado para poder tener un pedazo de tierra para cultivarla y sobrevivir. Dicha cooperativa debía construir la infraestructura que luego se pudiera vender. De ahí, construyeron un gran almacén que luego fue vendido al pulpero del pueblo. Una planta procesadora de café la compró un alemán.

La intención era que en el almacén se vendieran productos agrícolas y suministros de alimentación para los campesinos del pueblo pero el proyecto ya se sabía que iba a fracasar porque competiría con un almacén de un señor influyente que ya tenía, desde hacía muchos años, el monopolio de la alimentación en el pueblo.

También se intentó procesar plátanos para la exportación a Alemania pero ya se sabía que Alemania no consumía plátanos (cabe aclarar que dicha exportación no era de plátanos bananas, sino de plátanos macho).

Hubo otra infraestructura que se creó con la intención de procesar café y exportarlo pero las tierras no eran aptas para producir café así que el negocio estaba predestinado a fracasar.

El café y los plátanos nunca llegaron a ningún puerto. El café se desviaba a empresas que sí exportaban café y los plátanos llegaron a los mercados de la capital.

Dos empleados de la cooperativa fueron los primeros en descubrir que no se estaba exportando nada, así que empezaron a intentar lograr benefícios para su propio bien.

Pronto el conductor del camión y el ayudante fueron apartados de la cooperativa y amenazados de posibles demandas si intentaban decir la verdad sobre lo que estaba sucediendo.

No es oro (nazi) todo lo que brilla

Cuando los integrantes de la Junta Directiva de la cooperativa se dieron cuenta que sus desiciones no eran consideradas y que el beneficio no era para los campesinos, se desilusionaron de la cooperativa y renunciaron a su puestos de representación popular y así permitieron al gerente y al asesor alemán dar con el fin adecuado a la cooperativa, siempre pensando en su propio beneficio.

Las ganancias de la cooperativa, más los aportes del fondo de Marcos Alemanes, estaban siendo aprovechados únicamente por tres personas, un alemán que cojió su parte y desapareció, otro alemán que compró varias fincas y se dedicó a exportar plantas, y el gerente general que también se dedicó a comprar fincas y a ayudar a sus hermanos y cuñados.

El gerente compró un carro del año, un caballo de pura raza y un perro de cazería. También construyó una casa con estilo alemán ya que él había estado en Alemania unos meses recibiendo capacitación.

De ese viaje a Alemania, el gerente guardaba un recuerdo muy fuerte que le dolío en el corazón. Mientras estaba en Alemanía se murió un hijo suyo recíen nacído y no pudo estar en los últimos mometos de su vida.

Pero su esposa era una mujer muy fuerte y lo consoló cuando se reencontraron, y aquel dolor enorme se fue disipando con el nacimiento de otros hijos más.

Mientras tanto, para ocultar la verdad, se fueron haciendo movimientos, poco a poco, para diluir la verdad en el tiempo. El gerente general y el asesor alemán renunciaron a sus puestos, en teoría, pero seguían mandando desde la sombra.

Primero pusieron a un gerente que resultó ser un borracho y mujeriego y es así como empezó el supuesto final de la cooperativa.

Luego pusieron de gerente a un hijo de un señor que había vendido una finca al alemán y finalmente, pusieron de gerente a un exempleado del pulpero.

Ninguno de ellos tenía como misión hacer progresar la cooperativa, todo lo contrario, había que hacerla desaparecer lentamente.

El primer gerente, el borracho, contrató a una contadora muy guapa y se decía que le construyó una pequeña casa con los recursos de la cooperativa.

El segundo gerente se dedicó a fomentar el fútbol para disimular lo que estaba pasando con la cooperativa, y el tercero, se dedicó totalmente a liquidar la cooperativa.

Desenlace de una triste historia

Dies años después, la cooperativa quebró definitivamente, dejando únicamente los edificios que se habían construido para la venta de productos agrícolas y de alimentación a los campesinos.

Fue tan bien planeada la liquidación de la cooperativa que todos los edificios fueron puestos como fianza o aval al banco para poder sacar todo el dinero posible.

El camión que transportaba el café desapareció, el carro en el que viajaban los gerentes, también desapareció. Ya tiempo atrás, había desaparecído un camión todoterreno que llamaban la mula, así como el tractor de arar el campo.

Algunos de los empleados de la cooperativa que sabían lo que había pasado fueron colocados en la municipalidad, para silenciarlos, y otros obtuvieron una pequeña parcela de tierra para sembrar o críar ganado.

Los antiguos directivos que habían dejado sus puestos por ver las irregularidades en la cooperativa se hicieron viejos y perdieron la fuerza para luchar. Fueron muriendo uno a uno, poco a poco, por muerte natural a excepción del más joven que lo encontraron muerto, con un golpe en la cabeza, en un río.

Al final, el banco reclamó los edificios, y el pulpero se los compró al banco a muy buen precio. El alemán asesor se dedicó a exportar plantas al extranjero pero sus socios no le pagaron el dinero suficiente y su empresa se fue a la ruina en muy pocos años.

Nunca sabremos si el pueblo alemán intentó ayudar a este grupo de campesinos valientes que querían un mejor futuro para sus familias, pero sí fue muy estraño que nadie supervisara los fondos, supuestamente, provenientes del gobierno alemán.


J. Ross Baughman, CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons

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