El urbanismo y la industrialización de las ciudades ha convertido a la biodiversidad en algo vulnerable, tanto para animales y plantas como para las personas.

La naturaleza no es incompatible con la vida en la ciudad, por el contrario, convivir con ella conlleva múltiples beneficios.

¿Qué significa biodiversidad?

La diversidad biológica, o biodiversidad, se refiere a la variedad de seres vivos y ecosistemas que habitan la Tierra. También a los patrones naturales de conducta e interacciones entre las especies como sustento de la vida en el planeta.

Sin embargo, aunque el término biodiversidad casi siempre hace referencia a bosques lejanos, grandes estepas o la inmensidad de montañas o mares, este concepto puede ser más cercano de lo que pensamos: cada vez se oye más hablar de biodiversidad urbana.

La biodiversidad urbana no es otra cosa que la convivencia en la ciudad de seres humanos y otras tantas formas de vida animal y vegetal.

Aunque parezca extraño, una ciudad es el hogar de una sorprendente variedad de vida silvestre y esta no podría funcionar sin esos ecosistemas naturales que casi se han hecho invisibles en las grandes urbes debido a los edificios y los automóviles.

A pesar que el 70% de los gases de efecto invernadero lo generan las ciudades del mundo con sus super poblaciones e industrias, gracias a la biodiversidad en las ciudades hay agua, alimentos y lugares verdes.

Por eso, es fundamental convertir a las ciudades en lugares en que todos los seres vivos puedan cumplir su función vital, ya que el hombre es sólo una pieza más de la biodiversidad urbana.

Es evidente que los asentamientos humanos han tenido lugar siempre o preferentemente en áreas que disponen de muchos recursos y, por tanto, con una gran diversidad de especies.

De hecho, un estudio reciente ha revelado que el 20% de las especies de aves (paloma bravía, estornino vulgar, gorrión común...) y el 5% de las plantas vasculares (árboles frutales, plantas decorativas, etc) que existen en el mundo habitan en las ciudades.

Estas plantas y aves son de enorme importancia para el ser humano, sin ellos las personas tendríamos serios problemas para salir adelante.

Peligros

Por supuesto que en los núcleos urbanos no se podría vivir sin naturaleza, pero las otras especies con las que convive el ser humano en estos entornos ven su supervivencia cada vez más incierta.

Por ejemplo, desde hace veinte años para acá los gorriones han disminuido su población en España en unos 25 millones.

Estas aves dependen de la presencia humana y su relación siempre ha sido equilibrada, pero la limpieza y la contaminación en las ciudades les dificulta la búsqueda de alimento, por lo que los ornitólogos han detectado en ellos anemia y malnutrición. Desaparecerían por completo si no cuidamos sus poblaciones urbanas.

Lo mismo ocurre con otras aves urbanas de España como los vencejos que han disminuido más o menos en un 18% o las golondrinas en un 44%.

La pérdida de la biodiversidad en el mundo sigue la misma linea con estas y otras especies y de ello se hace eco la ONU en un informe donde alerta de la extinción de un millón de especies por el cambio climático en las que las ciudades también se ven afectadas y lo que ello supone para “nuestras economías, medios de vida, seguridad alimentaria, salud y calidad de vida en todo el mundo».

Beneficios

Y es que las personas necesitamos que haya naturaleza viva en las ciudades que habitamos porque los beneficios son muchos y variados, no sólo económicos y alimenticios, sino porque la ciencia ha demostrado también que un mayor contacto con la naturaleza contribuye a mejorar la salud y por tanto nuestra calidad de vida.

Además, los espacios verdes en sí mismos ayudan al control de la temperatura, purifican el aire y contribuyen a fijar el CO2.

La biodiversidad urbana puede hallar su hábitat y conservación en múltiples lugares. Los más obvios son los parques y jardines, vitales para polinizadores como las abejas, mariposas y otros insectos.

Pero también en los edificios históricos, buenos aliados de los murciélagos, cernícalos, lechuzas, mochuelos, vencejos, golondrinas, grajillas, cigüeñas, lagartijas, salamanquesas, insectos, arácnidos, etc, que encuentran en ellos huecos o cavidades idóneas para construir sus nidos.

Aunque no se les suele dar importancia, existen otro tipo de espacios, no demasiado estéticos, que ofrecen multitud de microhábitats como son los terrenos baldíos: edificios abandonados, recintos industriales, vías de comunicación, etc, gracias a su suelo desnudo, escombros, maderas….

Por supuesto, espacios naturales que algunas ciudades conservan como bosques, huertos, humedales y ríos, pero sin olvidar los espacios privados (terrazas, jardines...) de los que se puede sacar mucho partido y ayudar a la preservación y conservación de la biodiversidad urbana con tan sólo unos pequeños gestos que además nos permitirán disfrutar más de la naturaleza silvestre.

Para ello, siempre que se pueda, hay que limitar pavimentos artificiales; usar plantas autóctonas; evitar especies exóticas invasoras; plantar setos; combinar flores ornamentales y silvestres; recurrir a la jardinería ecológica; crear charcas o pequeñas zonas acuíferas; apilar troncos como refugio para anfibios y pequeños mamífero; aportar alimento (semillas, frutos secos, etc) y refugio (cajas nido), sobre todo en invierno; o reducir elementos que puedan ser trampas mortales para la fauna...

Por último, está demostrado que convivir con la naturaleza nos ayuda a la concentración y la relajación.

Futuro global

Los expertos consideran que el cambio climático y la pérdida de biodiversidad son los problemas más acuciantes a los que se enfrenta el ser humano hoy en día. Es más, aseguran que estos deben solucionarse en las ciudades.

El motivo principal es porque actualmente en las ciudades, aunque ocupan apenas el 3% del planeta, viven más de la mitad de la población mundial (unos 3.500 millones de personas y sigue aumentando), representan entre el 60 y el 80% del consumo de energía y generan el 75% de las emisiones de carbono.

Por eso, defender y trabajar para crear ciudades que integren la naturaleza en la vida urbana (cuyo objetivo persigue la red mundial de ciudades biofílicas) para crear ciudades más verdes y más amables, no se antoja un capricho sino una necesidad para la calidad de vida y el refugio tanto del ser humano como del resto de especies de la cadena biológica.

Se hace pues imprescindible que para ello se sensibilice a la población y los distintos gobiernos, locales, estatales y mundiales, que se debe cuidar la riqueza natural y ofrecer herramientas para ello, por el bien de todos.

Las ciudades verdes deberían ser las ciudades del futuro o ¿preferimos condenar a las próximas generaciones?


Imagen de Ildigo

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