Sex and the City es una serie que puedo ver y rever incontable cantidad de veces. Aunque ya me sé los capítulos de memoria, los diálogos y las diferentes tramas, los enredos románticos, las personalidades de los personajes, todo. Carrie Bradshaw apareció frente a mis ojos adolescentes como un objetivo a seguir. Desde pequeña supe que quería escribir, literatura en mi caso, y ella apareció como un ejemplo de estilo de vida, belleza, actitud y moda. Después de todo, ¿quién no sueña con vivir independiente en un apartamento divino, lleno de libros y revistas de moda (esto puede variar) con un closet lleno de ropa y zapatos de diseñador? Si bien representa el sueño húmedo de una clase media alta o una aspiración a clase media, como es mi caso, no deja de ser entretenido, inteligente por momentos, romántica, graciosa y una completa mentira.

Carrie Bradshaw es una escritora semanal que escribe para un periódico 'The New York Star' que vive comprando como una forma de distenderse, el llamado shopping therapy, que es algo que solo algunas personas se pueden permitir, a menos que tu shopping therapy sea comprar tickets de tren o autobús. Su guardarropa es enorme y no estamos hablando de comprar en el chino, sino ropa de marca mundialmente reconocidas como Dior, Gucchi, Valentino, Versace, Prada, casi todos los apellidos italianos que puedo nombrar y estoy solo hablando de ropa, luego tenemos las sandalias con nombres tan rimbombantes como Manolo Blahnik; su adicción a los cigarrillos, el hecho de que siempre que abre un restaurante o algún evento de moda importante se presenta en el spectrum de la noche neoyorkina, ella está allí y por supuesto sus constantes viajes en taxi. Cuestiones económicas se mencionan solo cuando al pasar por una ruptura que la dejaría en la encrucijada de tener que decidir comprar su propio piso o mudarse, junto con la realización de haber gastado 40 mil dólares en zapatos, solo ahí comienza a tomar el autobús para ahorrar un poco.

Con los ojos de la distancia y el paso del tiempo, Sex and the City está lejos de poder ser catalogada como una comedia dramática realista, sino más bien como parte del género fantástico ya que no es posible pensarlo como una historia plausible en la economía pre COVID, y no quiero pensar en lo que será post COVID. La economía que se presenta en la serie es totalmente imposible de mantener para una mujer de entrados sus treinta años, escritora semanal de un periódico relativamente famoso en una ciudad tan cara como lo es Nueva York, siendo esta su única entrada.

Cuando me encontré en la disyuntiva de pensar mi futuro en las letras, lo primero que se me vino a la cabeza fue estudiar literatura, comunicación o periodismo y por supuesto en la universidad pública, primero por razones socio-políticas y segundo porque en caso de querer estudiar en una universidad privada, para la situación económica de mi familia, con 2 hermanos en época escolar aún, no hubiese podido ser una posibilidad real. De todas maneras, así comenzaron mis años de estudiar Letras en la Universidad Nacional de la Plata. No pocos éramos lo que se tomaban el tren para llegar a la ciudad de las Diagonales (llamada así por su diagramación), tomar entre 3 y 5 clases al día, para volver a casa cerca de las 22 hs para comenzar nuevamente a las 08 am al día siguiente y así por años y años.

La carrera me dio la posibilidad de conocer escritorxs, géneros, materiales, formatos y lingüística, sin embargo, paradójicamente, pocos espacios dentro de la academia me dieron el hábito de la escritura. Puedo recordar un profesor en especial, Facundo Saxe, profesor de literatura alemana, en mis años de estudiantes, uno de los pocos, si no el único en mis 6 años de estudios, quien promulgaba la escritura creativa, en vez de reprimirla o condenarla; espero que hoy en día sean más los profesores que la promueven y menos los encargados de convertir a sus alumnos en máquinas repetidoras de textos teóricos (Si profesora Valeria, estoy pensando en vos). El otro espacio auto-gestionado fue con una serie de compañeros de la carrera más otros estudiantes de diversas áreas llamado primero, Hombrecitos de Jengibre y luego, Enjambre de Jengibre por la incorporación de varios miembros femeninos, yo incluida. En este grupo que, luego desarrollo una editorial, pude encontrar el espacio para poder escribir mi literatura, poder debatirla, modificarla, mejorarla y poder hacer lo mismo con la literatura de mis colegas.

Mi estilo de escritura, tanto literario como no ficcional, (defectuoso aún como siempre será), se debe al trabajo y a la puesta en común en este grupo que fue el epicentro de mi actividad creativa durante mi época en Buenos Aires. Hoy me encuentro escribiendo para varias plataformas online, más mi propia literatura y como comenté en otro artículo, me aventuré en el ámbito de la traducción literaria; y lo que descubrí es que te deja con un estado de cuenta bancaria bastante inadecuado para mi vida a lo Carrie Bradshaw.

La docencia fue lo que me dio la posibilidad de poder vivir independiente, en mi propio espacio y poder seguir desarrollándome profesionalmente. La que me dio la posibilidad de tener un seguro médico, un poco de crédito en mi tarjeta y la que me permitió conocer mis habilidades como profesora de literatura y me dio la posibilidad de conocer a maravillosas personas que fueron mis alumnos y hoy son adultos preparándose para lo que este mundo nos depara a todos, para bien y para mal.

No quiero decir que sea imposible vivir de la escritura, pero mi amor, qué difícil es. La economía que nos presenta Carrie Bradshaw con su trabajo de columnista periodística no cuadra, y ciertamente no cuadra cuando uno quiere vivir de lo que le apasiona, el arte suele pagar poco o suele pagar poco en vida como Modigliani nos enseñó junto con Van Gogh, sin olvidarnos de Kafka, tuberculoso de 40 años prácticamente desconocido al momento de su muerte. Mi consejo sería, podemos dedicarnos a escribir, rogando por algún editor nos acepte nuestro manuscrito sin intentar llevarse consigo el pago de un mes de alquiler entero (cosa que ya me he negado a hacer) o apostando por la autopublicación en Amazon o Apple Book, pero siempre es bueno tener un plan B, tal vez ese plan B te haga más feliz que el plan A.

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