He pensado por días de lo que debería tratarse este escrito, sin éxito. Es falta de inspiración dirían muchos, e irónicamente el cómo inspirarse sería un buen tema para comenzar.
¿Qué hacer en esos momentos en que todo parece caerse en un vacío infinito? Esto es como yo lo retrato, cada quien que se haga su escenario correspondiente.
¿Dónde está aquello que antes nacía tan natural y que era tu gran tesoro, por el que todos te alababan?
Con descaro, echo la culpa a la apatía que te va produciendo hasta el más mínimo detalle cotidiano. Desde los buenos días hasta el correr común de las horas, que ya ni se van sintiendo en algunos casos. Ni el clima causa gran emoción y eso que somos causante de su revolucionario proceder en este presente incansable. Se hace cada vez más agotador para varios.
¿Acaso no se puede sentir así? Cansarse de los mismos saludos programados como “buena labor del día”, la falta de importancia hacia otro abatido ser, lo lunático de una fachada para sentirnos bien... o mentirnos bien.
Es tener estilo. Perfeccionar un arte. Cada día somos más asombrosos en eso y nunca paramos. Ni siquiera leyendo otro relato acusador al respecto, como este. Porque puede serlo, pero también miles más. No hay un mensaje directo, solo voces por ahuyentar.
En fin, que a veces es solo así. Demasiado como esa enorme piedra que cargan algunos como tan simple que da miedo. Ampliamos lo que nos causa placeres y, ¿qué hay de lo malo?
Que si pueden leerse cosas al respecto, como no, con una moraleja o enseñanza a apreciar, pero, ¿no es la experiencia lo que nos hace peores?, ¿por eso de devolver con la misma moneda y no cometer los mismos errores?
No, yo ya no quiero más fábulas ni audiciones de lo que es justo o no.
Se trata de un mero hecho. El acto irreversible de lo malo. Tanto en acción como en esencia, cuando lo manifestamos y nos dejamos llevar, nos recuerda el porqué de tanto esfuerzo desde el nacimiento por ocultarlo. Esconderlo. Por hacer invisible cualquier factor que nos saque del molde, lo establecido por nosotros mismos como reglas universales del vivir.
Al “enseñarnos” el bien y el mal supuestos, creemos que eso viene adjunto a tener control o poder sobre acciones innatas, concediendo el turno a otras más agraciadas a la vista. Parece que el mal y todo lo que represente existiera para reflexionar y lo bueno es para engrandecerlo siempre ¿Qué hay de un acto bueno con consecuencias fatales, o viceversa? Quizá ahora si podríamos raspar algo real en todo esto.
Si el hecho en sí lo tomáramos sin adornos, tal vez halláramos una verdadera forma que nos guste de nosotros mismos, los errantes. No se trata de tener esperanzas o de un “gusto” de alegría sino de cuidar lo que despreciamos también. Porque sin ello no tendría validez lo tan valorado como bueno. Lo mismo que una acción positiva pero aislada. Sin nadie que la note está perdida; lo negativo es su motivo de supervivencia.
Y sin que nadie tome en cuenta, queremos, pero a lo malo. Sí, está el dicho de que haz mil acciones buenas y nadie lo recordará pero haz tan solo una mala y ya verás lo que se te viene, pero, ¿qué tal si es otra negación lo que aplicamos en dicha reacción?
Otra manera de rechazar lo que nos cuesta ver como un hecho propio de nuestra naturaleza, fácil de juzgar en el prójimo ¿Qué hacer entonces ante lo que consideramos como ser moralistas?
Seguro hay más de una teoría al respecto, con libros y palabras de fulano de tal que ya han retumbado la vena del debate de algunos, y los dejo con eso. Mi tema es seguir. Parecido al silencio. Ese muchacho atrevido que nos roba el corazón en más de una ocasión. Cuando nos creemos fuertes para soportarlo todo, por ejemplo.
Yo, que quisiera hablar de proyecto de voz escrita a esto, me refería a la inspiración en las primeras líneas. Más de una persona me lo ha preguntado, ¿cómo te inspiras? O un sinónimo, ¿qué te motiva?
Saben, aferrándose a las palabras ajenas involuntariamente, lo que sería ser visto como débil y por ende malo; he respondido vagamente esas preguntas. Creo, en mi caso, por el ganado temor de que puede ser tan sencillo que aburra. La evolución no ha podido contra ello en mi, lo siento.
Para no desviarme, hoy me ha servido el dormir. También suelen ser herramientas el no saber de qué querer escribir, tomar agua, una buen paisaje o el imaginarte con un gran martillo dentro de tu mente, golpeando cada neurona para hacerla funcionar. Obligarte como último recurso. Sirve más cuando caes en cuenta de que realmente si sabes lo que quieres decir pero nunca hayas las palabras. Es lanzar del risco esa voz que dice: Dilo!
Puede que al final no resulte como esperabas pero para el arte en sí hay muchas formas. Como para todo en general. Quizá lo manifiestes de alguna manera que aun no has intentado y solo sea cuestión de probar.
En conclusión, de insistir. Y me refiero a como si tu vida dependiera de ello. No porque mis palabras o las de otros te lo dicen y son la verdad absoluta sino porque puedes expresar las tuyas propias al hacerlo. Al que se sienta encerrado, escúchese con más atención. Luego, no pare de intentarlo.
Suena tan agradable que carece de realidad, la cual es dura, sí, pero lo es más si concentramos tanta energía en ahogarnos en ese vaso de vidrio.
Es eso, lo que lamentamos, los errores, el egoísmo, el capricho, la vanidad, la ambición desmedida, el engaño, el odio, el rechazo a ese lado nuestro lo que incluso, consumiéndonos, puede salvarnos
¿Cómo así? Aceptando de verdad, no confundiéndolo con ignorar, soltando y drenando dicha energía ahí malgastada en acciones de más provecho.
Al principio puede que lo hagas de mala gana o que decaigas en el intento, pero creéme que si un acto degenerativo, como lo es el mutilarte mentalmente por las adversidades o lo malo que se pueda ver algo, produce ese efecto placebo por lo cómodo que se vuelve hacerse la víctima o cualquier excusa afín para no afrontar el presente, igual de bien puede ser el hacerte cargo de tus defectos y hacerlos tus virtudes también.
Es que en cada cosa hay un poco de esto y de aquello. Con tanto popurrí es lógico que casi nada tenga sentido. Y matándonos en encajarlo todo no hacemos demasiado. Esto, viniendo de alguien con debates internos tan grandes como una catedral es tan contradictorio como lo pueden ser éstas y las letras que sigan de este palabrario.
Por eso, lo que quiera decir no es lo que importa, y lo malo, es una mentira que deberíamos esforzarnos en hacerla verdad. La de cada quien. Nuestra mente es frágil en el fondo, y admitirlo no es un acto de vulnerabilidad. Pero yo sigo, como ya dije antes; mi verdadero tema es ello. Con ánimos o sin ellos, hay que insistir.
Aquí solo dejo algunas ideas engranadas al azar. Al menos se sigue sintiendo mejor que hacerle publicidad gratis a los vicios que trato de dejar atrás ¿Prueba viviente de mis palabras?
He pensado por días de lo que debería tratarse este escrito, sin éxito. Es falta de inspiración dirían muchos, e irónicamente el cómo inspirarse sería un buen tema para comenzar.
¿Qué hacer en esos momentos en que todo parece caerse en un vacío infinito? Esto es como yo lo retrato, cada quien que se haga su escenario correspondiente.
¿Dónde está aquello que antes nacía tan natural y que era tu gran tesoro, por el que todos te alababan?
Con descaro, echo la culpa a la apatía que te va produciendo hasta el más mínimo detalle cotidiano. Desde los buenos días hasta el correr común de las horas, que ya ni se van sintiendo en algunos casos. Ni el clima causa gran emoción y eso que somos causante de su revolucionario proceder en este presente incansable. Se hace cada vez más agotador para varios.
¿Acaso no se puede sentir así? Cansarse de los mismos saludos programados como “buena labor del día”, la falta de importancia hacia otro abatido ser, lo lunático de una fachada para sentirnos bien... o mentirnos bien.
Es tener estilo. Perfeccionar un arte. Cada día somos más asombrosos en eso y nunca paramos. Ni siquiera leyendo otro relato acusador al respecto, como este. Porque puede serlo, pero también miles más. No hay un mensaje directo, solo voces por ahuyentar.
En fin, que a veces es solo así. Demasiado como esa enorme piedra que cargan algunos como tan simple que da miedo. Ampliamos lo que nos causa placeres y, ¿qué hay de lo malo?
Que si pueden leerse cosas al respecto, como no, con una moraleja o enseñanza a apreciar, pero, ¿no es la experiencia lo que nos hace peores?, ¿por eso de devolver con la misma moneda y no cometer los mismos errores?
No, yo ya no quiero más fábulas ni audiciones de lo que es justo o no.
Se trata de un mero hecho. El acto irreversible de lo malo. Tanto en acción como en esencia, cuando lo manifestamos y nos dejamos llevar, nos recuerda el porqué de tanto esfuerzo desde el nacimiento por ocultarlo. Esconderlo. Por hacer invisible cualquier factor que nos saque del molde, lo establecido por nosotros mismos como reglas universales del vivir.
Al “enseñarnos” el bien y el mal supuestos, creemos que eso viene adjunto a tener control o poder sobre acciones innatas, concediendo el turno a otras más agraciadas a la vista. Parece que el mal y todo lo que represente existiera para reflexionar y lo bueno es para engrandecerlo siempre ¿Qué hay de un acto bueno con consecuencias fatales, o viceversa? Quizá ahora si podríamos raspar algo real en todo esto.
Si el hecho en sí lo tomáramos sin adornos, tal vez halláramos una verdadera forma que nos guste de nosotros mismos, los errantes. No se trata de tener esperanzas o de un “gusto” de alegría sino de cuidar lo que despreciamos también. Porque sin ello no tendría validez lo tan valorado como bueno. Lo mismo que una acción positiva pero aislada. Sin nadie que la note está perdida; lo negativo es su motivo de supervivencia.
Y sin que nadie tome en cuenta, queremos, pero a lo malo. Sí, está el dicho de que haz mil acciones buenas y nadie lo recordará pero haz tan solo una mala y ya verás lo que se te viene, pero, ¿qué tal si es otra negación lo que aplicamos en dicha reacción?
Otra manera de rechazar lo que nos cuesta ver como un hecho propio de nuestra naturaleza, fácil de juzgar en el prójimo ¿Qué hacer entonces ante lo que consideramos como ser moralistas?
Seguro hay más de una teoría al respecto, con libros y palabras de fulano de tal que ya han retumbado la vena del debate de algunos, y los dejo con eso. Mi tema es seguir. Parecido al silencio. Ese muchacho atrevido que nos roba el corazón en más de una ocasión. Cuando nos creemos fuertes para soportarlo todo, por ejemplo.
Yo, que quisiera hablar de proyecto de voz escrita a esto, me refería a la inspiración en las primeras líneas. Más de una persona me lo ha preguntado, ¿cómo te inspiras? O un sinónimo, ¿qué te motiva?
Saben, aferrándose a las palabras ajenas involuntariamente, lo que sería ser visto como débil y por ende malo; he respondido vagamente esas preguntas. Creo, en mi caso, por el ganado temor de que puede ser tan sencillo que aburra. La evolución no ha podido contra ello en mi, lo siento.
Para no desviarme, hoy me ha servido el dormir. También suelen ser herramientas el no saber de qué querer escribir, tomar agua, una buen paisaje o el imaginarte con un gran martillo dentro de tu mente, golpeando cada neurona para hacerla funcionar. Obligarte como último recurso. Sirve más cuando caes en cuenta de que realmente si sabes lo que quieres decir pero nunca hayas las palabras. Es lanzar del risco esa voz que dice: Dilo!
Puede que al final no resulte como esperabas pero para el arte en sí hay muchas formas. Como para todo en general. Quizá lo manifiestes de alguna manera que aun no has intentado y solo sea cuestión de probar.
En conclusión, de insistir. Y me refiero a como si tu vida dependiera de ello. No porque mis palabras o las de otros te lo dicen y son la verdad absoluta sino porque puedes expresar las tuyas propias al hacerlo. Al que se sienta encerrado, escúchese con más atención. Luego, no pare de intentarlo.
Suena tan agradable que carece de realidad, la cual es dura, sí, pero lo es más si concentramos tanta energía en ahogarnos en ese vaso de vidrio.
Es eso, lo que lamentamos, los errores, el egoísmo, el capricho, la vanidad, la ambición desmedida, el engaño, el odio, el rechazo a ese lado nuestro lo que incluso, consumiéndonos, puede salvarnos
¿Cómo así? Aceptando de verdad, no confundiéndolo con ignorar, soltando y drenando dicha energía ahí malgastada en acciones de más provecho.
Al principio puede que lo hagas de mala gana o que decaigas en el intento, pero creéme que si un acto degenerativo, como lo es el mutilarte mentalmente por las adversidades o lo malo que se pueda ver algo, produce ese efecto placebo por lo cómodo que se vuelve hacerse la víctima o cualquier excusa afín para no afrontar el presente, igual de bien puede ser el hacerte cargo de tus defectos y hacerlos tus virtudes también.
Es que en cada cosa hay un poco de esto y de aquello. Con tanto popurrí es lógico que casi nada tenga sentido. Y matándonos en encajarlo todo no hacemos demasiado. Esto, viniendo de alguien con debates internos tan grandes como una catedral es tan contradictorio como lo pueden ser éstas y las letras que sigan de este palabrario.
Por eso, lo que quiera decir no es lo que importa, y lo malo, es una mentira que deberíamos esforzarnos en hacerla verdad. La de cada quien. Nuestra mente es frágil en el fondo, y admitirlo no es un acto de vulnerabilidad. Pero yo sigo, como ya dije antes; mi verdadero tema es ello. Con ánimos o sin ellos, hay que insistir.
Aquí solo dejo algunas ideas engranadas al azar. Al menos se sigue sintiendo mejor que hacerle publicidad gratis a los vicios que trato de dejar atrás ¿Prueba viviente de mis palabras?
Hasta una próxima.
Imagen de silviarita