“Antes de salir, verifiqué si había olvidado algo. Por supuesto que no olvidaba nada. Tenía tan poco en este mundo, ¿qué diablos podía olvidar?”

Imposible de calificar. Esta es la idea que, con toda seguridad, pasará por tu mente cuando hayas dado la vuelta a la última página de esta particular novela del no tan conocido Richard Brautigan.

De Nueva York al Asia Menor, sin escalas

Su personaje emblemático, C. Card, es un perdedor entre los perdedores. Un detective en bancarrota, sin dinero, que debe pedir prestadas las balas para su pistola y así cumplir con ese trabajo soñado que le dará fama, fortuna y mujeres.

El protagonista es la antítesis perfecta de personajes emblemáticos del género al que la novela parodia, tales como Sam Spade, Phillip Marlowe o Sherlock Holmes: torpe, completamente despistado y sin atractivo alguno para las mujeres. Pero este detective tiene un arma secreta: él puede transportarse a Babilonia.

Babilonia es un mundo imaginario, un refugio mental y personal en donde C. Card puede ser lo que su realidad, que transcurre en los Estados Unidos durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, le niega.

En esta dimensión, a la que solamente este perdedor puede acceder, C.Card es famoso y rico. Convive con personajes históricos e ilustres como el rey Nabucodonosor, de quien es amigo y conoce a la perfección sus gustos culinarios. Tiene su propia agencia de detectives y, junto a su escultural secretaria Nana-Dirat, vive aventuras con premisas que parecen tomadas de los guiones de la era dorada de los comics americanos. Científicos locos con planes para dominar al mundo incluidos.

La historia, narrada por su protagonista, gravita alrededor del caso que C. Card debe resolver. En su ordalía lo acompañan personajes que son infaltables del género que parodia la novela y que comparten esa rareza o excentricidad del protagonista: la clienta misteriosa, capaz de beber su peso en cerveza; el forense, con un amor por los cadáveres que va más allá de lo que permite su profesión; una banda de ladrones muy felices y Rink, un detective profesional más sagaz y capacitado que el propio C.Card y con el que se encuentra en varias ocasiones a lo largo de la novela.

El autor Richard Brautigan

Brautigan se mantuvo activo como escritor profesional desde finales de los años 50 del siglo XX hasta principios de los 80 del mismo siglo.

Fue parte del movimiento de contracultura norteamericano de los años 60 y, además de novelas, se dedicó a escribir poesía y relatos cortos.

Sin haber sido tan famoso o recordado como otros escritores de la misma época, autores como Haruki Murakami, Sarah Hall o Neil Gaiman lo consideran como una importante influencia para sus obras.

El estilo de sus obras se caracteriza por lo humorístico entreverado con una prosa en donde puede notarse la influencia de su faceta poética.

Esta combinación particular, que puede verse en varias de sus novelas y cuentos, le permite crear mundos tan interesantes y ricos como el de Un detective en Babilonia, en donde la ironía, el humor negro y la crítica social van de la mano.

Su novela más conocida es La Pesca de la Trucha en América (Trout fishing in America), aunque entre sus libros publicados también destacan Un general confederado del Big Sur (A confederate general from Big Sur), el poemario Lay the marble tea y la colección de cuentos cortos Revenge of the lawn.

La novela

Un detective en Babilonia (Dreaming of Babylon es el título en su idioma original) se desarrolla a lo largo de 80 capítulos de extensión muy breve, apenas unas cuatro o cinco por cada uno, con títulos que muchas veces le sacarán al lector un par de risas.

La historia se construye alrededor de C.Card: un personaje sin grandes ambiciones, cuya forma de percibir su mundo y relatar los hechos tiene similitudes con el Forrest Gump de la película protagonizada por Tom Hanks, aunque con una vida estancada y sin futuro gracias a sus escapes constantes a la Babilonia del título.

Pero, a diferencia de lo que vimos en el cine (y tratando de evitar los spoilers), se puede notar en el desarrollo características similares que pueden verse en cuentos como Las ruinas circulares, del escritor Jorge Luís Borges.

Es interesante destacar el paralelismo que se establece a lo largo de la novela entre el protagonista y Rink, su contraparte casi perfecta.

La otredad, el otro que es como yo pero que no soy yo, se establece desde el primer momento en que estos dos personajes, lados opuestos de la misma moneda, se encuentran.

Las historias de estos dos investigadores se van desarrollando hasta alcanzar un final que a muchos (y me incluyo) les parecerá que llega muy rápido y que a varios les hará pensar en algo como, “pero, ¿qué acabo de leer?”.

El estilo de Brautigan está presente en todo momento. La ironía y el absurdo, a los que se suma la incorrección política, hacen de esta una obra una buena opción para iniciarse en con este particular autor.


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