El plástico que se vierte al mar es un grave problema ambiental rodeado de incógnitas que amenaza la salud del océano y del ser humano.

El plástico forma parte de nuestra vida diaria desde hace ya varios años. Prácticamente cualquier cosa que nos rodea, desde los tejidos de la ropa hasta la puerta de nuestro edificio, pasando por los móviles o los utensilios de cocina, están hechos, en parte o en su totalidad, de productos plásticos.

Cada año se vierten alrededor de 9 millones de toneladas de plástico a los mares y océanos del mundo. Seguramente habréis oído varias denuncias de muchos movimientos ecologistas sobre este asunto.

Pero, ¿por qué son un problema todas estas toneladas de plástico que acaban en el mar?

La respuesta a esta pregunta va variando en función del tamaño del plástico, el cual se degrada en el océano hasta alcanzar tamaños microscópicos.

Pero para entender mejor los efectos de este tipo de contaminación, imaginemos el recorrido de una botella de plástico, desde que cae al mar hasta que llega a nuestra mesa.

Cuando nuestra botella cae, podemos imaginar que empieza a flotar en la inmensidad de las aguas. Si tiene suerte, al poco tiempo las larvas de algas y pequeños animales marinos pueden tomarla como un hogar en el que anclarse.

Sin embargo, si tiene mala suerte puede ser confundida con una presa y acabar siendo ingerida, causando, en la mayoría de los casos, la muerte de su depredador.

Se han encontrado restos de plástico de gran tamaño en aves marinas, tortugas de mar, grandes peces y varios mamíferos marinos.

Aunque nuestra botella tenga suerte, a las pocas semanas comienza a surgir el problema de la degradación, ya que debido a la radiación ultravioleta del Sol y la actividad de las bacterias, los plásticos se degradan lentamente en partículas de tamaño micrométrico (milésimas de milímetro) que llamamos microplásticos.

Mucho del plástico que hay en el océano entra directamente en forma de microplástico. Varios productos como, por ejemplo, las cremas estéticas contienen microplásticos que no son debidamente eliminados en las depuradoras.

Este tipo de contaminación está presente en todos los mares del mundo y a todas las profundidades. Se han encontrado microplásticos incluso en la Fosa de las Marinas, el punto más profundo del océano.

Los microplásticos pasan por toda la cadena trófica, desde el plancton, los seres más pequeños que habitan el mar que los ingiere confundiéndoles con alimento (al igual que ocurre con las tortugas y las aves), hasta los peces más grandes, acumulándose a un ritmo cada vez mayor en los tejidos de diversos animales.

Cuando se acumulan dentro del organismo, los microplásticos pueden causar graves problemas hormonales e infertilidad entre otras patologías.

Aunque es difícil evaluar el efecto de la ingestión de microplásticos en humanos, nosotros no estamos exentos de estos peligros puesto que, cuando comemos alimentos provenientes del mar, estamos entrando en una cadena donde estos pequeños plásticos pasan de un organismo a otro con terribles consecuencias.

Por si no fuese suficiente, el problema no acaba aquí.

Los microplásticos se pueden degradar en nanoplásticos, los cuales son cientos de veces más pequeños. Las cantidades y efectos de los nanoplásticos son mucho menos conocidos, pero se cree que pueden ser gravemente perjudiciales.

Pasados varios meses desde que nuestra contaminante botella cayó al mar, el destino final más probable donde descansar y terminar su proceso de degradación es el fondo del océano.

También podría viajar hasta una de las 5 grandes islas de basura que hay en nuestro planeta. La más grande se encuentra en el océano Pacífico y posee una extensión mayor que Francia.


Imagen de Sergei Tokmakov, Esq.

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