¡Qué sí! ¡Qué vale! Que yo también he salido a aplaudir a los balcones por los sanitarios y en cada conversación que tengo sobre el coronavirus (lo que viene a ser cualquier conversación, hoy en día) no hago más que seguir la corriente a mi contertulio y loar hasta la diabetes la labor de esta gente.

Pero, ¿nos hemos parado a pensar de verdad? Entiendo, como el que más, que están haciendo una gran labor, que están trabajando por encima de sus posibilidades, que doblan turnos, que cubren guardias, …, hasta ahí todos de acuerdo, pero, y aquí me voy a jugar el pellejo, ¿realmente tienen tanto mérito?

Veamos, hasta donde yo tengo entendido han seguido cobrando su sueldo durante todos estos meses y la mayoría lo tienen garantizado ya de por vida; se dedican a la sanidad por vocación; tienen garantizadas sus vacaciones y el respeto de todos los estratos sociales; ¿me estoy equivocando en algo?

¿Ha salido alguien ahí fuera?

Porque cuando yo me doy un paseo por mi barrio me encuentro con cajeras de supermercado que han estado al pie del cañón durante toda la pandemia por un mísero sueldo, presas de la eventualidad y sin ningún tipo de vocación. Aún así han tenido que lidiar con miles de clientes, unos respetuosos, otros no, y nadie les alaba todos los días. ¿Y si decidieran dejar de trabajar?

Luego intento ir a tomar un café al bar de la esquina y me encuentro de golpe con la realidad de los autónomos de hostelería, esas familias que intentan sacar adelante un bar o un pequeño restaurante, y que ahora se encuentran con la tragedia de que sus ingresos han desaparecido mientras sus alquileres, sus impuestos, sus facturas,…, siguen acumulándose sin que ninguna administración les aporte ninguna solución más allá del endeudarse o el presentar una solicitud para un subvención que nunca van a recibir. ¿Y si no volvieran a abrir?

Y puestos a soñar, me imagino que con esto de la vacuna todo acabará en el verano, con lo que podré viajar allende los mares, así que me acerco a la agencia de viajes de una amiga, ¿y qué me encuentro? ¡Justo! Qué está cerrada, la llamo y me cuenta que lleva desde marzo con ingresos negativos, ¿cómo es eso?, no generando nada y teniendo que devolver todo lo que había cobrado previamente a sus clientes, aunque las grandes compañías (aerolíneas o touroperadores) no están devolviéndole nada a ella, pero, claro, para los clientes es más sencillo reclamar el dinero a una pequeña agencia de viajes que a una multinacional de vete tú a saber dónde. ¿Se recuperará alguna vez?

¿Y el hotel de la Plaza? Cerrado a cal y canto, con todos sus trabajadores en ERTE, ¡qué bien! En casa sin tener que trabajar, ¡albricias!, cobrando un porcentaje de un sueldo ya nimio de por sí y con la ansiedad ante la perspectiva de que el hotel no pueda volver a abrir jamás, porque, claro, los clientes no llegan, pero las facturas sí, y esas hay que pagarlas, ¡faltaría más! ¿Y si toda esta gente se fuera al paro definitivamente?

Así que, qué no nos cuenten milongas, ¡qué sí!, que los sanitarios están librando una batalla fundamental para nuestras vidas, pero, ¡no dejan de ser unos privilegiados! ¡Ya está! ¡Lo he dicho! Espero no tener que ir a ningún hospital en las próximas semanas, porque me temo las peores de las represalias.

Pase lo que pase, están trabajando en lo que han elegido y por lo que sienten vocación, ¿qué están estresados? ¡Claro!, ¿no está estresado un recepcionista de hotel durante el registro de un grupo de 2.000 personas en un hotel? ¿No vive al borde de la ansiedad un desempleado que ve que no tiene ni para llegar a mitad de mes?

Basta ya de tanta hipocresía, entiendo que los sanitarios tienen mejor prensa, pero yo me quedo con el resto de gente, los que tienen problemas de verdad, esos problemas que están relacionados con la parte más baja de la pirámide de Maslow, esa parte que todos dábamos por superada en nuestra sociedad pero que esta pandemia nos está recordando que no podemos dar nada por descontado.

¡Hala! Ya podéis empezar a insultarme.


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