En los últimos años hemos sido testigos de cómo la opinión pública quedaba horrorizada al ver como se denunciaba a las autoridades de Birmania por las violaciones de derechos humanos y el genocidio contra la minoría étnica de los Rohingyas. Sin embargo hay algo bastante injusto y arbitrario y que sucede siempre que se informa de los atropellos e injusticias en el mundo. Y es que mientras unos casos son ampliados y señalados con gran cobertura mediática, otros quedan simplemente en el olvido. Es el caso de los uighur, un grupo étnico musulmán que vive mayoritariamente en el noroeste de China, aunque también podemos encontrarlo en algunos “istanes” como Kirguistán, Uzbekistán o Kazajistán. Sin datos oficiales y certeros sobre el censo real, podemos calcular que hay alrededor de más de 21 millones de uighures en el mundo.

Si uno echa un vistazo a su historia, podrá percatarse fácilmente de que la suya es una constante lucha contra la influencia imperial china. Junto con otros de los llamados pueblos túrquicos como los kirguises, los uzbekos o los kazajos, los uighures tuvieron una efímera experiencia independentista en 1933, tras fundar la República del Turkestán Oriental. Dicha emancipación nacional no lograría el éxito deseado y terminaría por ser ocupada por el ejército chino en 1949. Desde entonces el sentimiento y las aspiraciones nacionalistas e independentistas de los uighures no han mermado, a pesar de los esfuerzos del régimen chino en todos los frentes. En el campo diplomático, China ha conseguido criminalizar las reivindicaciones y la ONU ha calificado de organización terrorista al Movimiento Islámico del Turkestán Oriental.

Niña y anciano uighur 

Lo cierto es que el pueblo uighur vive en una constante represión y control por parte del régimen del Partido Comunista Chino. Si el ya conocido férreo sistema de control, la tecnología de reconocimiento facial, el carnet ciudadano por puntos y la vigilancia digital al más puro estilo orwelliano ya nos asusta en ciudades como Pekín o Shanghai, imagínense en Kashgar, la ciudad de la región septentrional de Sinkiang donde hay más presencia de la etnia uighur. Tecnología de opresión para una región más oprimida que el resto. Y es que en Sinkiang existe un potente estado policial y un inflexible control sobre la vida de sus transeúntes, ya sea en el ámbito social como en el cultural y el religioso. El gobierno chino aduce a un continuo combate contra el extremismo religioso. Pero cuesta creer que combatir el fundamentalismo islámico consista en vigilar y señalar a aquellos ciudadanos que o bien se dejan barba, o ayunan por el Ramadán o simplemente no beben alcohol.

Pprotestas de los uighur contra el abuso chino

Cada vez son más las evidencias que demuestran una situación que roza el genocidio. Varios satélites occidentales han demostrado la existencia de campos de prisioneros o campos de “reeducación”. Las recientes investigaciones ya hablan de más de un millón de prisioneros. La autoridad los llama centros voluntarios de conversión educativa, en un intento de blanquear las prácticas de lavabo de cerebro que se llevan a cabo. Aquellos disidentes que han logrado huir de este horror, cuentan que existe el objetivo por parte del régimen de borrar todo rasgo que pertenezca a la cultura uighur, incluida la memoria de su historia y su pasado.

Entrevistamos a Mirehmet Ablet, un uighur exiliado en Holanda desde el año 2004.

Desde las redes sociales Mirehmet ejerce un activismo disidente en un intento por denunciar la persecución que sufre su pueblo por parte del gobierno chino. En agosto de 2017, su hermano fue detenido por la policía de Kashgar en circunstancias muy poco claras. A día de hoy Mirehmet sigue sin saber nada acerca del paradero de su hermano, pero no se rinde. También nos explica que hace unas tres semanas recibió la trágica noticia de la muerte de su padre. Aunque le han dicho que había muerto en enero de este año, Mirehmet no ha podido ni confirmarlo ni desmentirlo, pues no puede contactar con su familia sin ponerla en peligro. Mientras conversamos con él le preguntamos sobre su situación familiar y sobre cómo se vive la represión del régimen chino siendo un uighur.

Cuando le preguntamos sobre la vida en los campos de concentración chinos, Mirehmet se ve incapaz de responder. Su respuesta consiste directamente en una decena de enlaces donde se pueden ver y leer los testimonios de varios uighures que fueron presos en dichos campos. Los relatos de estos testigos ya hablan por Mirehmet. Testimonios que pudieron escapar y que han vivido para contarlo. En todos ellos vemos una serie de factores comunes que nos erizan la piel. Los presos en estos campos son obligados a aprender chino, a memorizar el himno y la “gloriosa” historia —manipulada claro está—del Partido Comunista Chino, y a confesar crímenes que no han cometido. El castigo y la tortura son el modus operandi de una política basada en el miedo y el sometimiento más absoluto. A la llegada en estos gulags chinos le sucede la obligatoriedad de tomarse unas píldoras, las cuales provocan un deterioro cognitivo y la esterilidad en todos aquellos hombres y mujeres que son encarcelados. La situación se agrava en las mujeres, con violaciones grupales, abortos forzados y una impunidad total en la policía para la acción de cualquier atrocidad misógina.

Sinkiang es una de las regiones más extensas del gigante asiático. A pesar de que territorialmente es tan grande como España, Alemania y Francia juntas, lo cierto es que es una de las regiones con menos densidad de población de toda China, con únicamente 20 millones de habitantes. Y sin embargo representa un problema para el celoso poder chino, obcecado en afianzar su influencia y coerción en todos los niveles de la vida y la sociedad. Lo cierto es que en Sinkiang, “solo” un 40% de la población es de etnia Han. A pesar de que los Han representan el 90% de la población china (más de 1.200 millones de habitantes y el 20% de la población mundial), al gobierno chino parece estremecerle la idea de que el 60% de la población de Sinkiang sea de origen túrquito.

Región autónoma uighur de Sinkiang

¿Y la comunidad internacional? Pues de momento haciéndose esperar. Y es que la diplomacia y la geopolítica parecen estar por encima de la vulneración de los derechos humanos. Entretanto, China ya se ha encargado de aislar la región de Sinkiang y de hacerla un territorio hermético, digno de regímenes totalitarios como Corea del Norte o Turkmenistán. Y si alguien espera la denuncia internacional por parte de países musulmanes como Arabia Saudí a esta atrocidad, que espere. Pues el régimen de Xi Jinping ya se ha encargado de comprar su silencio a cambio de suculentos proyectos de inversión.

Lee la entrevista a Mirehmet Ablet, un uighur exiliado en Holanda desde el año 2004.

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