Por raro que parezca resulta que es cierto: las lluvias de animales son reales y son uno de los mayores misterios sin resolver de la ciencia de nuestros días.

Durante años, los grandes pensadores ilustrados padres del pensamiento racional moderno han puesto en duda su existencia o la han negado rotundamente.

Aún recuerdo que yo mismo no me lo creía la primera vez que leí que las lluvias de peces y ranas eran reales y estaban registradas. Pero efectivamente es así.

La primera persona conocida en dar fe de estas anómalas precipitaciones fue el sabio griego Ateneo en el siglo IV a.C. Este antiguo erudito habla de una lluvia de peces sobre el Peloponesio que duró tres días, lo cual seguramente sea un poco exagerado ya que sería la más larga jamas registrada.

A lo largo del medievo estas lluvias, en algunos lugares, se conocían tan bien que algunos naturalistas creían que los peces nacían por generación espontanea en el cielo siendo ya adultos y después caían al mar.

Mucho más cercanos a nosotros en el tiempo son los varios testimonios registrados en Estados Unidos por Scientific American a lo largo del siglo XIX. Para nombrar algunas de las lluvias de animales conocidas del siglo XXI podemos hablar de la lluvia de gambas en 2012 en Sri Lanka o la lluvia de ranas del Rebolledo en Alicante en 2007, que vino seguida de otra lluvia de peces y ranas también en 2008, la lluvia de peces de 2002 en Grecia o la anual y esperada lluvia de peces de Yora, en Honduras, que forma parte de la identidad cultural del lugar.

Como es imaginable, la existencia de este extraño fenómeno ha dado lugar o todo tipo de teorías irracionales o de dudosa credibilidad, las más destacables son la del origen extraterrestre o las que suponen que las lluvias de animales se deben a algún fenómeno físico que facilita el teletransporte de estos seres, a veces considerando plausible que atraviesen o vengan de otra dimensión.

Para los amantes de lo paranormal pueden resultar interesantes los textos del periodista Charles Fort, el cual defendia como posible dicho teletransporte.

En el ámbito más racional o científico, uno de los pioneros en dar credibilidad a estos sucesos y proponer una explicación plausible fue André-Marie Ampère, inventor del telégrafo, padre del electromagnetismo y en cuyo honor se nombra la unidad de medida de la intensidad de corriente eléctrica, el Amperio.

Ampère sostenía que la acción de los fuertes vientos en ciertas épocas del año y zonas donde se conocía una gran concurrencia de ranas y sapos podría explicar las precipitaciones de estos animales. Esta teoría ha sido aceptada y perfeccionada con el tiempo y el avance de los estudios sobre tornados y trombas marinas, cuya fuerza de hecho podría elevar y desplazar varios kilómetros a estos pequeños seres.

Esta hipótesis se ve reforzada por el hecho de que los animales que llueven son pequeños, ligeros y acuáticos, además estas lluvias suelen venir acompañadas de tormenta.

Sin embargo algunas características de este extraño fenómeno son de difícil explicación asumiendo esta hipótesis como, por ejemplo, el hecho de que los animales a veces caigan intactos o que algunos registros sean de lluvias de animales más bien difíciles de atrapar y arrastrar por el viento, como los supuestos ratones que llovieron en Bergen, en Noruega, en 1578.

Otro hecho sin explicación aparente, como hace notar William Corliss en su “Manual de fenómenos naturales extraños”, es que estas lluvias son casi siempre de una sola especie y no transportan detritos ni algas de ningún tipo.

Una explicación alternativa para algunas de estas lluvias la propone también el naturalista francés del siglo XIX, Castelnau, el cual, con gran razón, defiende que algunas especies como los peces gato o las anguilas se pueden desplazar por tierra en periodos de inundación para moverse de una charca a otra. Del mismo modo, estos peces podrían quedar atrapados en tierra, encallados en gran número y así dar la sensación de que han llovido del cielo. Sin embargo la hipótesis de Castelnau solo podría explicar una pequeña parte de las precipitaciones de animales.

Me gustaría concluir este breve escrito sobre el que posiblemente sea el fenómeno meteorológico más extraño e inimaginable que existe con una breve reflexión sobre la importancia de tomar en serio, por lo menos en parte, como hicieron Ampère o Castelnau, los testimonios de las personas que dicen haber visto o experimentado lo inexplicable. Es normal pensar que puede haber

mentirosos y farsantes en cualquier campo pero cuando cientos de personas a lo largo de años y años aseguran haber vivido lo más extraño, la idea de que alguna verdad que se nos escapa se esconda tras sus palabras merece ser tomada en consideración. No hace falta viajar a las entrañas de la Tierra, ni a Marte, ni a Júpiter, ni al fondo del océano ni a ninguna galaxia lejana para encontrar los misterios de la naturaleza.

Es muy importante que lo hagamos y que exploremos e investiguemos hasta el lugar más remoto pero si nos quedamos demasiado embobados mirando al cielo corremos el riesgo de que nos caiga una sardina en la cabeza.


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