El mundo que conocemos día a día se va adaptando a lo que hemos construido en él. Muy conscientemente, nos hemos convertido en una enfermedad palpable por millones de años, cooperando para nuestra propia extinción en este mundo prestado.

Nos hemos vuelto un peligro inminente y perfecto para atentar contra otros. Nuestro mundo, el espacio donde habitamos, nos juzga de maneras que sencillamente no queremos comprender y estoy seguro que por esa razón, siempre seremos la excusa perfecta para que nunca llegue a ser nuestro verdadero hogar.

Las noticias ya no son las buenas nuevas acostumbradas a oír. Los desastres y los enfrentamientos cada vez son más cotidianos y nadie nos dice nada, nadie nos puede parar. Buscamos que nos oigan, que nos entiendan pero, ¿a qué costo?, ¿hacia dónde nos va a llevar cada pensamiento protestante?, ¿por qué no podemos simplemente parar y empezar de nuevo?

La vida, como la conozco hoy, me enseñó que no podemos acostumbrarnos a estar en un lugar sin oportunidades ni intentar suponer que podemos mantenernos firmes siempre sin pensar en crecer. Mirar otros horizontes y tan solo caminar para encontrar nuestro propio lugar, uno donde al menos no nos sintamos obligados a seguir a nadie para poder sobrevivir, un lugar donde no se nos juzgue o se nos señale por una orientación.

Hemos sido con todo esto muchas otras cosas pero nunca lo que hemos querido ser. Nos hemos acostumbrado a pensar lo que no podemos lograr, lo que tanto nos cuesta, lo que muchos queremos. Aunque muchos piensan que todo lo que buscamos es dinero, otros solo buscamos la libertad.

Esta vida solo me hace recordar lo difícil que resulta para muchos de mis hermanos ir a la cama sin comer, reír cuando nos alcanza para tener todos un plato en la mesa, luchar a diario para no salir a la calle y evitar enfermarnos, porque la verdad es que si no tenemos dinero para comer ¿cómo podríamos tenerlo para comprar medicinas?

Mi vida y la de muchos hace tiempo que no es igual. Quienes quedamos vivos estamos luchando para mantenernos saludables, completos, en casa. Otros intentan conseguir lo que a su familia tanto les hace falta. Nos aventuramos a dejarlo todo para poder darles a ellos lo que otros nos quitaron: bienestar.

Hemos sido una generación que aprendió a no abrazarse, a no estar cerca, a sobrevivir, a estar lejos de casa. Esta vida que nos ha tocado, nos ha dejado bien claro solo una cosa: “quiero regresar, pero no puedo”.

Cuesta estar lejos de los que amo, abandonar mi sitio de confort, no ver los rostros que a diario acostumbraba a ver. El saludar desde lejos nos ha transformado, nos hace vulnerables a muchos sentimientos y, al mismo tiempo que nos motiva y nos regala esa fuerza que a veces nos hace falta, también nos hace llorar, nos vuelve migrantes.

Tal vez, hoy no tenga muchas cosas que decir, o me falten las palabras para expresarlo todo, pero espero que puedan entender que para personas como nosotros no es fácil ver a otros contentos entre abrazos y en perfecta unión familiar mientras que nosotros tememos cada día por los nuestros y rezamos para que no se separe otro más de la familia.

No creo que podamos acostumbrarnos a vernos por pantallas. Somos humanos, somos sociales y afectivos. Hemos sido pobres valientes en busca de una segunda manera de vivir, ser un apoyo para los que nos apoyaron antes. Llevamos recuerdos imborrables entre maletas llenas de historias, lágrimas amargas que aunque no las veamos a diario podemos tocar sus marcas. Somos cualquier cosa para otros por la necesidad de ser solo una cosa para nuestras familias.

Por esa razón, espero que comprendan que ha sido una decisión muy difícil y sentida para mí, como lo fue para otros. No quiero que piensen que les dejo por la única idea de tener lo que antes no pude, por ver lugares que solo entre cuentos imaginaba, por desear nuevas cosas o desaparecer para siempre. Les dejo para que otros no necesiten dejarlos. Lo hago porque no quiero que, por situaciones ajenas a nosotros, me falten algún día. Me voy y espero muy pronto volverlos a ver. Como sé que no podré irme si los veo, me iré por la puerta de atrás, no sin antes dejarles esta nota para que esperen por mí.

“Yo recuerdo muchos momentos, de esos que ahora rara vez tenemos, y está bien porque no tuvimos la culpa de ya no tenerlos. Me encantaba la idea de ver feliz a mis viejos y ver a los pequeños jugar. De sentarnos a la mesa y escuchar las historias del tío en uno de sus tantos trabajos. Lo adoraba.

Despertar de madrugada y ver las caricaturas con la abuela, oler su rico café y estarnos tanto tiempo solo mirándola regar sus plantas. Son años que difícilmente podré olvidar, y la verdad, es que fuimos muy afortunados porque yo mismo les podía observar llenos de la dicha que les intento devolver y por eso me voy.

Quiero al menos regalarles minutos para que compartan el café aunque ya ni la abuela ni el tío estén. Quiero que descansen tranquilos cada noche sin pensar si habrá para comer al día siguiente. Quiero brindarles otros momentos felices de los que aunque no esté yo físicamente, me puedan ver. No estoy seguro de estar en su mesa todos los días pero sí prometo hacer que la mesa esté para ustedes todos los días.

Quiero al menos, intentar darles un motivo distinto para que no intenten huir como yo lo hice, porque aunque sientan que les abandono, mejor piensen que fue la única manera que encontré para poder sobrevivir, esperando que pronto aunque no sea cierto, nos permitan volver a ser felices”

Han sido tiempos donde nos enseñaron cómo huir, cómo de la noche a la mañana abandonar todo por conseguir otras formas que logren no solo mantenernos a salvo y de pie, sino también levantar a las personas que dejamos en casa. Millones de personas hoy se escapan para no tener miedo a morir jóvenes, para impedir que sus metas no se cumplan, para ver a los pequeños crecer en la casa y no en las calles, para al menos corregir un poco el daño que no vimos venir.

Por muchas razones ajenas nos vamos para hacer de nuestra vida, una mejor. Nos vamos para no morir en un sitio que no puede salvarnos, para ser verdaderas personas queriendo un mejor futuro intentando siempre apoyar a los que más queremos.

En honor a todos los migrantes, a los asesinados, a los que desaparecieron, a todos los naufragios, a los que fueron silenciados, a los que son marginados y a los que a pesar de todas las circunstancias que se puedan presentar en un país ajeno al suyo, seguimos de pie luchando por el bienestar de los nuestros.

Añadir Comentario