Parece que últimamente estoy enfocado en los juicios mentales que acaban siendo erróneos, pero es que me llaman demasiado la atención.

Es cómo que a medida que aprendo algo nuevo, confirmo la idea de que somos seres más emocionales que racionales. Eso es malo. No el hecho de que seamos así. Sino el hecho de que confirme algo que quiero confirmar. La cosa va de sesgos cognitivos en esta ocasión. Y un poco de estadística también. Sí, de nuevo.

¿Sesgo que?

Nada, esto es sencillo. Un sesgo cognitivo no es más que una alteración en el procesamiento de la información que hace que se llegue a una interpretación incoherente. Parece lioso pero pongo ejemplo. Este ejemplo será el sesgo de confirmación.

Antes he dicho que el hecho de confirmar algo que quiero confirmar es malo, y por eso mismo lo es.

La capacidad y atención en el argumento que quiero favorecer hará que otras informaciones que tenga en contra sean, para mí, nimias y no les dé la importancia que se merecen. Estoy teniendo un juicio ilógico, errado, equivocado a más no poder.

La última vez, puse un ejemplo con el fútbol para hacer una analogía y aplicación práctica de algo que explicaba en el último artículo.

Esta vez usaré un tema igual de peliagudo para discutir con cuñados, en particular, y terceros, en general: La política.

Supongamos que somos seres sin ningún tipo de afinidad ni aversión hacia una ideología u otra.

También supongamos que todos tenemos al amigo de “Podemos” y al amigo de “Vox” agregados a nuestra red social particular donde se pueden compartir imágenes, videos o información cualquiera de este tipo.

Observaremos rápidamente que siempre (pero siempre, eh) cada uno compartirá lo que a su partido más le convenga.

Cuando cualquiera de los dos haga algún discurso de película, un pacto valioso con algún grupo afín o algo que impacte en la manera de gobernar todo serán alabanzas, demostraciones públicas y demás majadería. Pero en cuanto sean criticados, señalados o puestos en evidencia, ninguno pondrá en sus respectivas cuentas tales sucesos, puesto que no reforzarían el apoyo de terceros a su partido y, más importante, ni siquiera reforzaría su propio apoyo por la entidad. Así que lo ignora.

Esto no solo ocurre con los votantes.

En el caso de partidos políticos antagonistas, aún teniendo algún propósito en común que sea igual de plausible y beneficioso para ambos, si se anclan en sus respectivas posiciones, ni siquiera teniendo esa idea delante de sus caras, serán capaces de verla.

Todos hemos sido víctimas de este tipo de sesgos en más de alguna ocasión, seguro. Pero lo ingenioso sería ir más allá y ser capaces de saber cuándo estamos cayendo en él, porque podemos estar pasando muchas cosas por alto.

La correlación y la causalidad no es lo mismo

El hecho de que sólo veamos lo que queremos ver hará que hallemos correlaciones que no están ahí, correlaciones que sólo son verosímiles pero eso no las hace verdaderas.

Esto se llama correlación ilusoria.

Aquí entra la parte estadística del artículo, pero es más fácil que la última vez. Tranquilidad.

No habría que confundir correlación con causalidad. Ya que la correlación explica la relación de dos variables y la causalidad aclara la relación de causa y efecto. Pero confundimos lo primero con lo segundo. Lo cual es una tontería. Miremos un par de correlaciones reales.

¿Sabías que la gente que fuma pipa vive, de media, más tiempo que el resto de las personas?

¿También sabías que las parejas que pasan más tiempo preparando los preparativos de la boda son menos propensas a divorciarse?

Por esa regla… ¿Deberías fumar pipa o dedicar más tiempo a los preparativos de la boda si quieres tener una relación duradera con tu pareja?

Negativo.

Ambas correlaciones no explican el motivo real del asunto. Sólo comparan dos variables cuando puede haber una multitud de ellas que sean la auténtica causa real de dicha correlación.

La gente que fuma pipa suele tener estándares de vida más elevados y, por lo tanto, mejor acceso a sanidad.

Las parejas que pasan más tiempo con sus preparativos de boda suelen, de por sí, pasar más tiempo juntos, casarse algo más tarde y conocerse mucho mejor. Todas son variables que disminuyen el porcentaje de posible divorcio.

De hecho, hay muchas posibles correlaciones que no explican un carajo. Con decirte que existe una correlación entre el número de películas en las que aparece Nicolas Cage y el número de gente que muere ahogada en una piscina… Imagínate.

Ni sesgado, ni imaginando correlaciones

Para finalizar, la conclusión de todo esto.

Cuando veas algo que es plausible aplica tu juicio racional y sé consciente que puede que lo estés viendo sólo porque quieres verlo.

Que las correlaciones no explican nada en la mayoría de las ocasiones. Y que incluso si lees en la revista de turno que existe correlación entre X e Y, lo más probable es que no te estén explicando una mierda.

Sólo lo parece y con eso, te convences a ti mismo de lo que has leído es una verdad auténtica porque lo dice “un estudio”. Duda de todo lo que crees. Sé crítico, no falla.


Imagen de Pete Linforth

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