Estudios recientes señalan que existieron al menos cuatro linajes importantes y diferentes en la historia de la humanidad que cohabitaron y se hibridaron entre sí.

El estudio del ADN de los humanos modernos también revela que poseemos no sólo parte del código genético del Homo Sapiens, sino también de otras tres especies de homínidos.

¿QUIÉNES SOMOS?

En la última década, las teorías de la evolución humana han sufrido cambios profundos porque parece que nada es como nos habían contado.

Hasta no hace mucho se creía que la evolución humana era una simple progresión en línea recta que partía de los simios y derivó en nosotros. A tenor de los estudios más recientes de prestigiosos investigadores eso está lejos de ser así.

Según estos, las cosas fueron infinitamente más complejas. Lo cierto es que muchas de las especies que se consideraban como etapas transitorias en el camino evolutivo del ser humano moderno, en realidad se solaparon entre sí, cohabitando en muchas ocasiones y se hibridaron en otras, durante centenares de miles de años.

En definitiva, que hubo mucho más mestizaje de lo que siempre se ha creído entre las distintas especies, o poblaciones, humanas.

Se da por seguro que los primeros homínidos aparecieron en África hace unos 2 millones de años aproximadamente. Pero luego, esas poblaciones humanas migraron hacia Eurasia en tres ocasiones: tres veces: hace 1.9 millones de años, luego hace 700.000 años, y la última entre hace 100.000 y 50.000 años debido a los cambios climáticos que se estaban produciendo en el continente africano y que les estaba dejando sin opciones de supervivencia.

Estas olas migratorias involucraron primero a “super arcaicos” (antepasados directos del Homo Erectus y el Homo antecessor) y después “neandersovanos” (antepasados directos de neandertales y denisovanos). Cuando estos últimos llegaron, lo más probable es que se entrecruzaran con los anteriores (integrándose o hibridándose) y los reemplazaran en gran medida. A su vez, cuando ellos se extendieron por Europa, se separaron en subpoblaciones. Unas son las orientales, a las que se han llamado denisovanos y otras las occidentales, que se han denominado neandertales.

La última oleada fue la de los humanos modernos (Homo Sapiens). Estos, cuando se iban extendiendo por Eurasia se entremezclaron con los neandertales, en occidente, y en con los denisovanos, en oriente, hace entre 60.000 y 40.000 años. También con el tiempo fueron reemplazando a los anteriores.

Se tiene constancia que el primer apareamiento entre humanos de diferentes especies se produjo hace unos 700.000 años entre los ancestros comunes de neandertales y denisovanos (neandersovanos) y los denominados super arcaicos, procreando otra especie aún por identificar.

Igualmente se sabe que, antes de esos encuentros sexuales, neandersovanos y super arcaicos habían estado muy alejados entre sí durante al menos un millón de años, por eso constituían dos linajes diferentes. Y lo mismo ocurrió con humanos modernos (sapiens) y neandertales que permanecieron separados durante unos 750.000 años antes de hibridarse, pero incluso más tiempo habían estado separados antes de cruzarse en Eurasia super arcaicos y denisovanos.

En 2019 la revista “Nature Communications” publicaba un artículo científico sobre un importante hallazgo ese verano en las cuevas de Denisova (Rusia): el dedo del primer híbrido encontrado del que se tiene constancia (aunque en modo alguno un caso aislado), es decir, una niña descendiente de madre neandertal y padre denisovano, especie desconocida, y supuestamente extinta, que también pudo haberse cruzado con humanos modernos fuera de África.

Si bien es verdad que la ciencia siempre había dicho que una de las formas de distinguir dos especies distintas es que estas se pueden cruzar pero que sus descendientes no son fértiles, este concepto ahora se antoja mucho más complejo.

Para difuminar las líneas de estos límites baste mencionar que gracias a estudios basados en muestras recientes de nuestro ADN se sabe que los humanos modernos conservamos en nuestros genes fragmentos de homínidos, además de los sapiens, de otras especies como denisovanos y neandertales, pero, y este es otro de los “bombazos” más espectaculares, también de una cuarta especie, posiblemente H. Erectus u H. Antecesor.

Todo ello no descarta que también los sapiens se cruzaran en Eurasia, con otras especies de homínidos como los luzonensis o los floresiensis, por ejemplo. O sea, que los humanos modernos pudieron llegar a interactuar durante miles de años con otras especies humanas, ahora extintas.

LAS CUATRO ESPECIES HUMANAS

Nuestros antepasados directos y los neandertales se cruzaron aproximadamente hace unos 50.000 años, cuando el Homo sapiens comenzó a colonizar Eurasia.

Tradicionalmente, los neandertales han sido vistos como salvajes, pero resulta que las últimas evidencias y hallazgos apuntan a que estos fueron artistas simbólicos de las cuevas antes que los sapiens.

Un estudio publicado por la revista Science sugiere que hicieron dibujos (impresiones de manos hechas con plantillas, patrones geométricos y círculos rojos) en cuevas en España (La Pasiega, Maltravieso y Ardales, ubicados en tres lugares de España entre los cuales hay una distancia de hasta 700 kilómetros) unos 20.000 años antes de la llegada a Europa de los humanos modernos, ya que eran la única especie del género homo que habitó Europa en esa época. También aparentemente pintaron conchas marinas que usaban como joyería.

Pero lo cierto es que los neandertales parece que también realizaban entierros y acompañaba a sus muertos con flores, como se ha descubierto en la Cueva Shanidar (kurdistán iraquí).

Siempre se ha creído que la dieta neandertal estaba basada en raíces duras y caza, pero hallazgos en una cueva portuguesa (Figueira Brava) confirman lo que ya se intuía, sobre todo de los que vivieron en el sur de Europa (Península Ibérica e Italia) que hace más de 80.000 años ya eran pescadores mucho antes que los sapiens y que comían peces, crustáceos, mejillones y otras especies marinas.

Los denisovanos por su parte son una especie más misteriosa, sin duda porque se han encontrado menos restos fósiles que de los neandertales.

Estos homínidos fueron identificados en 2008 gracias al ADN de unos escasos restos: una falange de dedo meñique y tres dientes en la cueva llamada Denisova (de ahí el nombre dado a la especie) en las montañas de Altái, en Siberia (Rusia), cuya datación era de unos 40.000 años atrás, a los que en 2009 se añadió una mandíbula inferior descubierta en Xiahe, China.

El aspecto de los denisovanos, según publicó la revista “Cell” reconstruido gracias a una novedosa técnica de metilación del ADN creado por la Universidad Hebrea de Jerusalén (HUJI) y en el que participan investigadores del Instituto de Biología Evolutiva (IBE), centro mixto de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), sería el de individuos con un cráneo ancho y robusto, más aún que el de los neandertales, y como estos, con frente inclinada y pelvis grande, pero más fuertes y altos que ellos. Tenían un gran arco dental y ojos y cabello castaños (los neandertales eran pelirrojos).

Sin embargo, a pesar de este importante avance, todavía hoy la técnica no nos permite conocer su estilo de vida ni cómo lograron sobrevivir en las heladas tierras de Siberia.

Sobre la tercera especie humana de la que llevariamos genes en nuestro ADN se ha especulado enormemente desde que se sabe de su presencia. Se ha dicho que podría ser el Homo Erectus o el Homo Antecesor.

El Homo erectus evolucionó hace alrededor de dos millones de años y fue la primera especie humana que se conoce que caminó totalmente erguida. Además, nuevos datos revelan que este sobrevivió hasta hace sólo 100.000 años en la isla indonesia de Java, mucho después de que hubiera desaparecido en otras partes.

Esto significa que aún estaba vivo cuando nuestra propia especie caminaba sobre la Tierra y condujo a una marcada posibilidad de que los humanos modernos coincidieran con el Homo erectus en la isla indonesia (de ellos derivan los luzonensis y floresiensis), donde el aislamiento les favoreció para no desaparecer tan rápidamente.

Pero en este sentido, el primer semestre de 2020 arrojó más luz. En el yacimiento español de Atapuerca (Burgos) , se halló un diente que ha revelado (gracias a la ciencia paleo proteómica) que es el Homo antecessor, los homínidos caníbales que vivieron en Atapuerca hace 800.000 años, quienes forman parte de nuestro linaje más directo. Fue publicado en la revista “Nature”.

Esto demostraría que el Homo Antecessor, la misteriosa especie descubierta en 1994 en la sierra burgalesa de Atapuerca, no desapareció sin dejar rastro, sino que nos dejó un legado genético (uno de los más antiguos hallados hasta el momento) dando otro giro a lo que sabemos sobre la evolución humana.

Por tanto, parece que es el H. Antecessor y no el H. Erectus el que completaría el genoma de los humanos actuales, aunque habría que secuenciar a este para saber si también forma parte de nosotros.

Sobre la cuarta especie que compone nuestro genoma, el Homo Sapiens, y que es sin duda nuestro antepasado más directo, los investigadores han detectado al menos 87 genes de los humanos actuales que son significativamente diferentes de sus versiones en neandertales y denisovanos.

En este pequeño conjunto de genes, podría residir aquello que nos distingue de nuestros otros parientes, sin embargo, de momento, no hay un gen al que se pueda señalar como el responsable del lenguaje o de alguna otra característica única de los humanos modernos.

Es decir, nada se sabe de quién o qué aportó la “chispa”, el salto prodigioso de los sapiens, que les hizo más inteligentes que los demás para sembrar, almacenar, apiñar cabañas, etc y les ayudó a esquivar la extinción en un fragmento de tiempo muy pequeño (sólo en Eurasia).

Esa sería la gran pregunta aún por resolver puesto que en los primeros 100.000 años de su existencia los sapiens tenían las mismas facultades y capacidades que el resto de homínidos. ¿Hay todavía un “eslabón” perdido?.

ÚNICOS SUPERVIVIENTES

Los científicos están de acuerdo en que la humanidad surgió en África no de uno, sino de, al menos, cuatro linajes ancestrales a raíz de la reconstrucción del genoma antiguo completo, a comienzos de 2020, de huesos petrosos de cuatro niños de diferentes especies localizados en un yacimiento de Camerún.

Esto contradice la creencia que situaba nuestros orígenes en un solo lugar de África. El Homo sapiens parece que es el fruto de grupos muy diferentes y geográficamente separados.

Cuando el sapiens consiguió llegar a Eurasia, en la última gran oleada migratoria, la zona ya estaba poblada por neandertales, denisovanos, el Homo Antecessor (y posiblemente algún grupo más).

No se sabe exactamente durante cuánto tiempo estas cuatro especies coexistieron, pero probablemente la franja vaya de entre los 12.000 y los 126.000 años. De hecho, hay pruebas de que neandertales y sapiens convivieron en Eurasia durante al menos 30.000 años. Tampoco se sabe si estos cruces se produjeron esporádicamente o durante un período prolongado.

Pero con el paso del tiempo todas las especies fueron desapareciendo de la faz de la tierra menos los sapiens, y aquí vuelve la polémica entre los investigadores sobre qué pudo producir la desaparición de unos y la adaptación y supervivencia de los otros.

Algunos señalan claramente a qué se debió principalmente a los atributos culturales del Homo sapiens, sus estructuras sociales y su habilidad para crear herramientas especializadas y más letales.

Pero para otros, la clave está en la transmisión de enfermedades en el flujo genético (publicado en la revista científica “Nature Communication”). El mestizaje habría supuesto la salvación de los humanos modernos ya que los individuos nacidos de estas uniones pudieron haber heredado genes inmunes de ambas especies. La inmunidad favoreció a los sapiens, explican, porque la carga de enfermedad de los trópicos (de donde procedían en ese momento los sapiens) era mayor que la carga de enfermedad en las regiones templadas (donde estaban las demás especies euroasiáticas).

Sin embargo, hay investigadores que apuestan porque fue la feroz competencia por los recursos la clave en la desaparición de las otras especies humanas no sapiens.

Siempre se ha atribuido al sapiens una dieta más flexible y variada, por lo que pudo ajustarse mejor a los tiempos de escasez. Sin embargo, un estudio reciente (publicado en el periódico especializado Scientific Reports) echa por tierra esa teoría.

Sostienen que el menú de nuestros ancestros directos era básicamente mamut, caza menor, plantas y también pescado, igual al de los neandertales más modernos. Por tanto, la competencia directa por los recursos disponibles sería la respuesta y el que los neandertales salieran perdiendo radicaría en unas habilidades menores.

En otra investigación, publicada en la revista Scientific Reports, se sugiere que las diferencias anatómicas entre el cerebro de sapiens y el resto de grupos humanos (especialmente los neandertales, los más tardíos en extinguirse) podrían haber influido en la extinción.

Aunque el cerebro de nuestros parientes era más grande que el de los sapiens, su cerebelo era menor. Es en esa parte inferior del cerebro la que se encarga de regular capacidades como el movimiento o el equilibro. También está relacionada con funciones como la capacidad de concentración, la memoria, el aprendizaje o el lenguaje.

Ese cerebelo más pequeño, pues, les habría privado de poseer capacidades cognitivas y sociales tan refinadas como los sapiens, a los que les sirvieron estas para adaptarse mejor a los cambios del entorno y aumentar sus posibilidades de supervivencia al poder transmitir mejor los conceptos.

También pudo deberse a la pura casualidad que nuestra especie fuera la que sobreviviera. Sin embargo, la mayoría de los científicos apuntan a que lo más probable es que fuera la suma de varios factores los que influyeran en la supervivencia de los sapiens.

En cualquier caso, la historia de la evolución humana, pues, está aún en continua reescritura.

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