¿Mis decisiones me conducen a una felicidad verdadera y prolongada?

En nuestra existencia humana se ha establecido la oposición como una especie de examen para ascender a niveles más elevados en diferentes aspectos: personal o emocional, familiar y social, financiero, y en general, espiritual.

Todos, llegada ciertas edades, vamos desarrollando la destreza para seleccionar entre lo bueno y lo que no es bueno. Así, vamos adquiriendo el derecho de dirigir la vida que se nos ha dado.

En este proceso de crecimiento y elección, podemos llegar a ser guiados por fuerzas espirituales superiores para poner nuestras elecciones al servicio de nobles propósitos y/o aspiraciones; o podemos dejarnos influenciar para escoger intereses menos altruistas o un tanto vanidosos, pero las consecuencias de nuestras elecciones son de nuestra exclusiva responsabilidad y antes de evadirlas es mejor asumirlas.

Hay decisiones que pueden conducir a placeres temporales y posteriormente llevarnos a la intranquilidad, la tristeza y hasta la desdicha. Mientras que las verdaderas buenas decisiones nos llevan a el sosiego y la satisfacción prolongados en el tiempo.

Es aquí donde entra en juego una dualidad opuesta esencial para alcanzar las decisiones más propicias: la obediencia y la desobediencia a las leyes o normativas que forman los principios espirituales de la existencia.

De nuestras decisiones dependerá obtener un amplio margen de libertad o la pérdida de la misma para conducir nuestra existencia.

Por eso, tenemos la responsabilidad de desarrollarnos, desarrollar nuestros talentos, nuestras destrezas, somos responsables, asimismo, de lo que logremos con ellas o de su desaprovechamiento y del tiempo invertido.

Tenemos, entonces, el poder para consagrarnos a los mejores logros por voluntad propia.

El diccionario define albedrío como la facultad y el privilegio dado a los humanos para escoger y actuar por si mismos. Escoger y actuar por si mismo, requiere además tener responsabilidad para responder y afrontar consecuencias individuales y con el entorno, considerando los principios divinos.

El mal uso del albedrío conduce a vicios, adicciones, ociosidad, juegos de azar, excesos de todo tipo, videojuegos, pérdida del don del tiempo y de las buenas oportunidades; desmotivando y desmejorando la autoestima del individuo y de su familia.

Dar un uso apropiado al albedrío, comprende elegir ocupaciones que valen la pena, prepararse para servir al entorno donde nos corresponda desenvolvernos, fijarse metas elevadas y actuar oportunamente para obtenerlas. Todos tenemos dones espirituales superiores y podemos procurar la guía y ayuda del Eterno Padre Celestial en nuestra vida.

E
hace 3 años

Buscar el poder divino del Padre Celestial dentro de nosotros mismos. Por supuesto, con su guía, siguiendo sus leyes.

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